jueves, 30 de junio de 2011

Posición

Soy el segundo mejor masajista del mundo. Es un hecho. Soy bastante famoso, popular y rico. Pero no soy ni tan famoso, ni tan popular ni tan rico como el mejor masajista del mundo. Cuando estás tan arriba, es difícil encontrar algo que te motive a seguir mejorando, por suerte yo le tengo a él. Aún así, es frustrante saberte tan cerca del triunfo absoluto y ser incapaz de alcanzarlo.

Situado el contexto, empiezo con mi historia.

No era un día especialmente concurrido: tenía clientes, pero con suficiente lapso de tiempo entre ellos como para charlar con mis empleados o tomarme un café. Solía tener a mis “habituales”, por lo que la inminente llegada del nuevo cliente había causado bastante revuelo. No había querido dar su nombre y exigía no tener que esperar ni un segundo en la sala de espera. Estas condiciones tan misteriosas no habían hecho más que avivar la curiosidad de todos. Pero solo yo iba a verle.

Llegada la hora entró como una exhalación, apenas un contorno difuso envuelto en una gabardina. Desde luego, cuando le vi, me quedé atónito.

Era el mejor masajista del mundo. Se quitó el abrigo lentamente, me miró sin decir nada y siguió desnudándose. Había visto realizar esta operación miles de veces, pero esta vez se me antojó surrealista. Se tumbó en la camilla sin mediar palabra y esperó. Cuando conseguí salir de mi trance, me apresuré a empezar mi labor, al fin y al cabo, también era un cliente.

Por secreto profesional, no habrá descripción de esta parte.

Cuando acabé, se incorporó perezosamente y me sonrió.

-Ha sido el mejor masaje que he recibido nunca- admitió.

miércoles, 22 de junio de 2011

Proceso de laboratorio

Alto Mando 1 (abreviado a partir de ahora como AM1) observa con evidente angustia como uno de los muchos seres de los que es creador sufre enormemente al ver atrapada una de sus extremidades bajo uno de los elementos de la escenografía. Desea ayudarle, pues no está en su naturaleza ser malvado. Pero Alto Mando 2 (AM2) le mira severamente: le conoce y sabe lo que trama. AM2 es total opositor a intervenir en el devenir de sus creaciones, pues interferiría directamente con el objetivo de sus experimentos. No es de hielo y su corazón se encoje a cada gemido de aquel ser, pero sabe que un bien mayor les espera si esperan con los brazos cruzados.

No mucho después, aquella insignificante forma de vida perece. AM1 intercambia una rápida mirada con AM2 y no puede evitar que todo el rencor que siente en este momento hacia él se vislumbre. AM2 se aferra a la idea de que todo cuanto hace es para un bien ulterior. Lo cree con firmeza y eso le ayuda a acallar su conciencia. No considera a AM1 un estúpido, simplemente no piensa a largo plazo, algo que resulta fatal para esa investigación. Pues lo único que necesitan es paciencia e impasibilidad.

Muchos otros cayeron en aquella mortífera trampa de la naturaleza. Pero, finalmente, las creaciones aprendieron a evadirla y posteriormente la eliminaron para asegurarse que ya no ocurrían más percances.

AM2 sonríe satisfecho, pues el progreso solo es posible gracias a la necesidad. Por su parte, AM1 no deja de pensar en cuántas vidas se han desperdiciado, cuando una sencilla intervención por su parte habría acabado con aquel innecesario sufrimiento que no formaba parte de la investigación.

Una lástima que Dios no exista, pues tendría este dilema.

martes, 14 de junio de 2011

Vuelta a casa

//Es la conclusión de Directo a ninguna parte//.


El camino a ninguna parte es largo, eso lo sabe todo el mundo. Lo que no todos saben es lo intensamente entretenido que resulta recorrerlo, pues se adentra en la Jungla de Cristal y desde él se puede ver el espectáculo de la naturaleza. Por desgracia, la fauna y flora no es de mi interés, por lo que camino sin desviar la mirada en ningún momento. La única interacción que tuve con ella fue cuando tuve que sortear un tronce hecho añicos que bloqueaba parte del camino. Que no tuviera destino no significa que no tuviera prisa.

Me molesta que el camino no sea rectilíneo: ahora gira a la izquierda, ahora baja y ahora sube. Es enervante. Por suerte, el camino tiene casi tantas indicaciones como curvas, por lo que sé exactamente cuántas pulgadas me faltan para llegar. Un transeúnte se me acerca a paso ligero y no tengo más remedio que detenerme. Parece abochornado por tener que interferir en mi camino.

-Disculpa- empieza- eres del otro lado, ¿verdad?

Asiento con inquietud. No sé si esto supone un problema, pero el hecho de que se me reconozca como extranjero no parece una ventaja.

-¿Vienes de ninguna parte?- pregunta con urgencia.

-No, voy- respondo.

-Viene siendo lo mismo- murmura mientras rebusca algo en su zurrón. Tras una breve exploración encuentra lo que busca y me lo tiende. Es una tarjeta de identificación de alguien llamado “Introduzca su nombre aquí”. Al parecer, trabaja en las instalaciones de este lado. Miro al transeúnte, pero no se parece en nada al individuo de la fotografía.

-Verás- explica- hice una apuesta con Introduzca su nombre aquí y gané su nombre. Le dio tanta rabia perder que se dejó sus cosas cuando se marchó. Según tengo entendido, es del otro lado, como tú. ¿Me harías el favor de devolvérsela?

Aquel hombrecillo no sabía que entregándome aquel pase me estaba permitiendo volver a atravesar la puerta. Podía volver a casa. Así que le debía un favor que debía saldar cumpliendo su petición.

-Está bien, ahora mismo voy - dije.

El hombre negó con la cabeza.

-Primero tienes que llegar o volver de ninguna parte- replicó- No hay más remedio.

Su argumento era irrebatible, así que me despedí y continué mi camino. A partir de este punto, el camino no dejó de ascender en todo momento. Se me agarrotaron las piernas y tuve que parar a descansar bajo un roble cristalino que no me cubría en exceso de las inclemencias del Sol.

Al final, opté por las escaleras mecánicas.

Aquello era el colmo. El cartel “Ha llegado a su destino” bloqueaba completamente el camino, por lo que no podía continuar y llegar a ninguna parte. ¿O tal vez aquello fuera ninguna parte? Exploré por los alrededores, buscando una respuesta a mis preguntas y encontré un angosto pasadizo. Sin dudarlo dos veces, me aventuré en su interior. En mi vida he visto una caverna tan limpia.

Por fin, había llegado a ninguna parte. Mentiría si os dijera que me sorprendí al descubrir que era la Bifurcación. Desde luego, pinta de ninguna parte tenía. Sólo quedaba volver por donde había venido para llegar a la puerta y volver a un incierto hogar. Pero todos los caminos eran idénticos. Tan cerca y a la vez tan lejos.

-¡Qué gran idea tuviste!- oigo a mi espalda.

Es la Rana Negra que vuelve de completar su trabajo… Por el camino correcto.

No le dirijo la palabra, continúo mi camino, a sabiendas de que vuelvo a deberle exactamente “un favor enorme”. Llego al Mapa de Ubicación. Ahora que el asterisco está escrito ya no tengo interés en leerlo.

Llego a la puerta.

La atravieso sin cargo de conciencia.

Llego al otro lado.

Y de vuelta a mi casa.

Allí, me esperan.

-Bienvenido a casa, Introduzca su nombre aquí, ¿Te lo has pasado bien?

martes, 7 de junio de 2011

Directo a ninguna parte

Centrémonos en el momento. Lo que pasó antes o está aún por suceder carece por completo de importancia, pues estamos todos anclados en el “ahora”. Ante mí se alza una pesada puerta de madera, se nota en ella el paso del tiempo, pero aguanta irreductible. No sé que hay al otro lado, ni como la he alcanzado desde este, pero es una puerta y con ellas solo una acción tiene sentido. Así que avanzo con aplomo y la empujo; necesito hacer bastante fuerza para moverla, no está bien engrasada y chirría, molesta, porque han perturbado su paz; mis disculpas de poco le sirven, al fin y al cabo es una puerta.

Estoy en el otro lado. No llega a ser estimulante, pero tampoco me siento decepcionado; se respira fría indiferencia. Vuelvo la mirada a la puerta; esta vez no puedo evitar enarcar una ceja, pues lleva un pequeño cartel plastificado en el que pone “Prohibido su uso excepto para el personal del centro”. Escudriño a mí alrededor, en busca de alguna muestra de la autoridad competente: nada; mi crimen quedaría impune. Después de unos segundos de vacilación, decido no hacerlo. Tal vez sea mejor así, nunca se sabe.

Vago por el otro lado, buscando algo indeterminado. En su lugar, encuentro un enorme mapa con todo lujo de detalle. Un distintivo punto rojo marca mi posición junto con un cartelito de “Usted está aquí (*)”. Busco en los bordes del mapa el significado del asterisco, pero no aparece. Contrariado, continúo mi viaje. Como arrastrado por la marea, llego a la Bifurcación. En ella, la Rana Negra espera con visible impaciencia.

-¡Ya era hora!- exclama al verme- Si hubieras tardado un siglo más, habría ido a buscarte personalmente.

Por supuesto, aquello no era verdad, la rana nunca pierde la paciencia, pues nunca la ha tenido. Y que esté allí significa que se requieren de mis habilidades.

-Tengo que pedirte un favor- dice- uno enorme.

Recuerdo la única vez que me encontré con la Rana Negra; entonces ambos estábamos Abajo. Conectamos enseguida, por extraño que parezca. Mis recuerdos de Abajo están algo diluidos, así que no acabo de encuadrar el momento exacto, pero le debo exactamente “un favor enorme”. Así que acepto sin dudarlo.

-Me han encomendado escribir el asterisco del Mapa de Ubicación, pero no tengo ni idea de que debería poner- confiesa- ¿Tú que pondrías?

Reflexiono. La Rana aguarda sin paciencia, susurrando “es para hoy” y “me van a salir telarañas de tanto esperar”. Tras un par de horas, asiento, satisfecho.

-Deberías poner que la frase “Usted está aquí” es incorrecta, lo que está ahí es la representación de quien esté consultando el mapa en la representación del lugar en que se encuentra, pero que no es más que una frase orientativa, por lo que no se le debe dar importancia.

La Rana medita unos instantes.

-¿Entonces que pongo?-pregunta, vacilante.

-Pon “más o menos”- le digo con determinación.

Se le ilumina la cara, libre ya de sus pesares y se aleja por donde yo he venido.

La Bifurcación tiene tantos caminos que resulta inútil emplear método alguno para seguir la dirección deseada. Por suerte, soy inmune a su poder, tanto me da un camino que otro. Así que voy dirección ninguna parte.