-Raúl, te presento a Helena.
Esas son las primeras palabras que oigo al entrar. Anteriores incluso a cualquier saludo. Hacía una eternidad que no asistía a una de las «reuniones informales» (se negaba a que las consideraran fiestas) de Iván. No tenía intención de ir, suelo declinar todas las invitaciones educadamente, nunca disfruto de este tipo de acontecimientos. Y no por Iván, que es amigo mío: me gusta ir a tomar algo con él de vez en cuando y ponernos al día, pero en sus fiestas hay mucha gente y mi cabeza bulle, febril, tratando de encontrar temas de conversación originales cuando estoy frente a personas que apenas conozco o directamente me son desconocidas. Siempre acabo yéndome temprano, arrepentido de haber acudido.
Pero Iván había insistido mucho, demasiado para tratarse de simple amabilidad. Tenía un interés especial en que fuera, por más que jurara lo contrario. Así que, como tampoco tenía plan, decidí complacerle.
Ahora todo parece aclararse: quiere emparejarme con una amiga suya o de su novia. La tal Helena es una chica flaca, bastante morena, de pelo oscuro, destellante de tan liso que lo lleva.
-Encantado- murmuro.
Ella sonríe mientras avanza hacia mí para darme los dos besos que deben dar por finalizada la presentación. En el primero me humedece la mejilla con algo de bebida que le queda en la comisura de los labios. El segundo apenas me roza.
-Igualmente encantada- responde, sin dejar de sonreír.
Esas son las primeras palabras que oigo al entrar. Anteriores incluso a cualquier saludo. Hacía una eternidad que no asistía a una de las «reuniones informales» (se negaba a que las consideraran fiestas) de Iván. No tenía intención de ir, suelo declinar todas las invitaciones educadamente, nunca disfruto de este tipo de acontecimientos. Y no por Iván, que es amigo mío: me gusta ir a tomar algo con él de vez en cuando y ponernos al día, pero en sus fiestas hay mucha gente y mi cabeza bulle, febril, tratando de encontrar temas de conversación originales cuando estoy frente a personas que apenas conozco o directamente me son desconocidas. Siempre acabo yéndome temprano, arrepentido de haber acudido.
Pero Iván había insistido mucho, demasiado para tratarse de simple amabilidad. Tenía un interés especial en que fuera, por más que jurara lo contrario. Así que, como tampoco tenía plan, decidí complacerle.
Ahora todo parece aclararse: quiere emparejarme con una amiga suya o de su novia. La tal Helena es una chica flaca, bastante morena, de pelo oscuro, destellante de tan liso que lo lleva.
-Encantado- murmuro.
Ella sonríe mientras avanza hacia mí para darme los dos besos que deben dar por finalizada la presentación. En el primero me humedece la mejilla con algo de bebida que le queda en la comisura de los labios. El segundo apenas me roza.
-Igualmente encantada- responde, sin dejar de sonreír.