[Antes de nada: Es un relato
de amor. Me gustaría que tuvierais eso en mente al leerlo]
Tras un
par de minutos dudando frente a la puerta, me armé de valor y entré. Ella
levantó la vista de los textos que tenía entre las manos. Me dedicó su atención
un par de segundos y retomó lo que estaba haciendo como si tal cosa.
-Hola-
murmuré.
-Hola-
respondió secamente.
Me quedé
allí, de pie, plantado junto a la puerta. Hacía ya tanto que no se ilusionaba
al verme... Al cabo de unos minutos, volvió a levantar la vista.
-¿Querías
algo?- preguntó.
La dureza
de su mirada me entristecía profundamente. Y sabía que era solo culpa mía.
Había sido yo quien había ido tras de ella, quien le había hecho promesas
fáciles de decir y difíciles de cumplir que finalmente había roto, quien la
había cambiado. Ahora todo aquello me parecía un capricho y una
irresponsabilidad, pero estoy seguro que en su momento mis sentimientos fueron
sinceros, jamás traté de engañarla.
-Pasaba a
ver como estabas- comenté- hacía mucho que no venía.
-¿No me
digas?- dijo, venenosa- No me había dado cuenta.
No me iba
a enfadar, tenía todo el derecho del mundo a estar molesta.
-¿Cómo te
va con la nueva, la pintora?- quiso saber- escuché que todo el mundo estaba
entusiasmado con ella y que se alegraban del cambio.
-Hace
meses que tampoco la veo- respondí con sinceridad- y no todo el mundo la
prefería.
Ella no
respondió, siguió con sus textos.
-Ella es
más divertida, ¿no?- comentó, como de pasada, al cabo del rato.
Suspiré,
estaba celosa. Nunca antes se había visto en esta situación y no lo encajaba
bien.
-Es...
diferente- contesté- es más atrevida y más desenfadada que tú. A veces eres
demasiado estricta.
Pude ver
en sus ojos que aquello le dolió.
-Pero no
es ni la décima parte de interesante que tú- le aseguré, tratando de alagarla-
tu me llenas mucho más.
-Te
llenaba- me corrigió.
-Me
llenas- insistí.
Dejó los
textos y me miró.
-Estoy
cansada de todo esto- me dijo- ¿hacía cuanto que no venías? Joder, ya ni me
acuerdo. ¿Y cuándo fue la última vez que lo hicimos en serio? ¿Un año, dos?
-Sabes
que no puede ser más de un año- le recriminé- todos los años participamos.
-El
concurso no cuenta- afirmó- digo aparte de eso.
-Pues no
lo sé, no hace tanto- contesté, obstinado.
-Mejor no
hablemos de las últimas veces.- se quejó- Fueron lamentables.
-Pues
entonces supongo que 9 o 10 meses- admití.
-Vaya,
perdone usted- se burló- no es un año, son solo 10 meses de nada.
-Hay más
cosas en mi vida a parte de ti, ¿sabes?- le recriminé, molesto.
-Ya me he
dado cuenta- siseó, dolida.
Nos
quedamos los dos callados. Aquello no iba bien. Iba fatal.
-Mi padre
y mi abuela aún preguntan por ti- comenté, desesperado. Si apelar a ellos no
funcionaba, tiraba la toalla.
Aquello
la hizo sonreír. Por supuesto, me callé que mi abuela también preguntaba por la
otra, no quería estropearlo. Entonces sacudió la cabeza y se recordó a si misma
lo enfadada que estaba conmigo.
-Bueno,
ya me has saludado- dijo fríamente- adiós.
Pero no
me fui. Me adelante y me arrodillé frente a ella. Rodeé sus muslos con mis
brazos y coloqué mi cabeza en su regazo.
-Por
favor, no me odies- supliqué.
-No
esperes que me apiade de ti tan fácilmente- dijo, sin apartarme- lo que me has
hecho no tiene nombre.
-Lo
siento- dije entrecortadamente- por favor, perdóname.
-Te he
apoyado siempre- me recriminó- siempre te he ayudado, te he dado consejo y he
sido muy MUY paciente contigo. Más de lo que mereces. ¿Alguna vez me oíste
quejarme por cómo me tratabas a veces? ¿Por cómo me utilizabas?
Yo negué
con la cabeza. No quería mirarla a los ojos, me daba vergüenza.
-He
estado contigo desde que eras un niño...- recordó.
Y me
acarició el pelo. Su voz se hizo más dulce.
-¿Te
acuerdas de cómo nos conocimos?- me preguntó- ¿de nuestra primera vez?
Sonreí
con nostalgia. ¿Cómo iba a olvidarlo?
-El
resultado fue un poco ridículo- comentó- pero como nos miró tu madre...
-Sí-
admití- fue algo especial.
Siguió
pasando sus dedos por mi pelo. Aquello me reconfortaba.
-Hacíamos
buena pareja, ¿verdad?- fantaseó ella.
-La
mejor- contesté yo.
-Y una
mierda,- me recriminó con renovada dureza- me has abandonado. No haríamos tan
buena pareja si ya llevo aquí tanto tiempo.
No pude
responder a eso.
-¿A qué
has venido, Felipe?- me susurró.
-No lo
sé,- dije- de verdad que no.
-Si
quieres otra oportunidad, estoy dispuesta a dártela- admitió ella.
Levanté
la cabeza de su regazo y la miré a los ojos.
-¿De
verdad?- pregunté.
Ella me
señaló toda la habitación.
-¿Por qué
crees que sigo en esta mierda de sitio?- me preguntó- podría haber recogido mis
cosas y haberme ido para no volver.
Permanecí
callado.
-Respóndeme-
me pidió- ¿Por qué crees que sigo aquí?
-No sé-
dije al instante.
-¡Por ti,
imbécil!- me gritó, mientras me ayudaba a levantarme.
-No te
puedo prometer que vaya a funcionar si lo volvemos a intentar- confesé.
-Lo sé- respondió-
no me importa.
Ambos
sonreímos.
-Pues
cuando estés preparado, aquí estaré- me dijo.
Y de
pronto me asaltó una terrible urgencia, que me quemaba por dentro.
-Vamos a
hacerlo ahora- dije con decisión.
La
emoción vibró en sus ojos.
-¿...ahora?-
murmuró.
Yo la
agarré de la mano y la obligué a levantarse. Todos sus textos se derramaron por
el suelo: textos acabados, textos sin acabar, textos que jamás serían acabados
y textos que aún solo estaban en su cabeza. Ella trató de recogerlos, pero yo
avancé hacia la puerta inexorablemente y se vio arrastrada tras de mí. La abrí
sin miramientos y ambos salimos de su habitación.
-Hacía
tanto que no salía...- murmuró, aturdida- ya ni recordaba lo que era estar
fuera.
Yo seguí
avanzando, ajeno a todo: había tanto por hacer que no podía esperar ni un
segundo.
Ella echó
un último vistazo a su habitación, antes de perderla de vista. No sabía si
volvería allí pronto. Tal vez todo aquello no resultara. Tal vez llegara el día
en que se cansara de esperar y realmente recogiera sus cosas y se fuera para no
volver. Aunque la entristecía, era una posibilidad.
Sacudió
la cabeza: decidió no pensar en lo que estaba por venir, no tenía control sobre
ello; dependía solo de mí: tal vez volviera a quedarse sola en la habitación,
tal vez no.
Su
habitación, en la que ya llevaba tanto tiempo viviendo, en la que hacía tantos
años que había decidido asentarse.
Una
habitación llena de textos: textos acabados, textos sin acabar, textos que
jamás serían acabados y textos que aún solo estaban en su cabeza.
Una
habitación en mi mente.
Una
habitación en la que vive (y en la que espero que viva aún muchos, MUCHOS años)
la alegoría de mi pasión por escribir.
Emocionante, Felipe. Emocionante y emotivo, Felipe, saber que has vuelto. Tus fans incondicionales sabíamos que volverías, o volveríais a estar juntos. Porque sí que es cierto que érais muy buena pareja, la mejor, y seguro que lo seguiréis siendo. De hecho no creo que con ninguna otra te pueda ir mejor, porque la verdad es que parece que ella esté hecha para tí. No la agobies mucho, ni la abrumes con rutinas calendarias, y lo tienes hecho.
ResponderEliminarTu fan nº1 (el nº2 parece que ya está ocupado de hace tiempo).
A mí también me pasan mil años entre momento y momento. Pasan los días, y el tiempo es lo que más me falta y me dejo arrastrar más de lo que me gustaría. Pero siempre vuelve la necesidad de lo irremediable, el olvido del mundo y esos instantes en el que sólo existen las letras. Amantes, amadas...
ResponderEliminarMe alegro mucho de que sigas por aquí.
Nos leemos.
Emotivo y muy conmovedor. Como siempre, consigues llegar a tu público/lector.
ResponderEliminarMe alegra que vuelvas a escribir.
Tu fan, ahora, en las sombras.