Alto Mando 1 (abreviado a partir de ahora como AM1) observa con evidente angustia como uno de los muchos seres de los que es creador sufre enormemente al ver atrapada una de sus extremidades bajo uno de los elementos de la escenografía. Desea ayudarle, pues no está en su naturaleza ser malvado. Pero Alto Mando 2 (AM2) le mira severamente: le conoce y sabe lo que trama. AM2 es total opositor a intervenir en el devenir de sus creaciones, pues interferiría directamente con el objetivo de sus experimentos. No es de hielo y su corazón se encoje a cada gemido de aquel ser, pero sabe que un bien mayor les espera si esperan con los brazos cruzados.
No mucho después, aquella insignificante forma de vida perece. AM1 intercambia una rápida mirada con AM2 y no puede evitar que todo el rencor que siente en este momento hacia él se vislumbre. AM2 se aferra a la idea de que todo cuanto hace es para un bien ulterior. Lo cree con firmeza y eso le ayuda a acallar su conciencia. No considera a AM1 un estúpido, simplemente no piensa a largo plazo, algo que resulta fatal para esa investigación. Pues lo único que necesitan es paciencia e impasibilidad.
Muchos otros cayeron en aquella mortífera trampa de la naturaleza. Pero, finalmente, las creaciones aprendieron a evadirla y posteriormente la eliminaron para asegurarse que ya no ocurrían más percances.
AM2 sonríe satisfecho, pues el progreso solo es posible gracias a la necesidad. Por su parte, AM1 no deja de pensar en cuántas vidas se han desperdiciado, cuando una sencilla intervención por su parte habría acabado con aquel innecesario sufrimiento que no formaba parte de la investigación.
Una lástima que Dios no exista, pues tendría este dilema.
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