martes, 14 de junio de 2011

Vuelta a casa

//Es la conclusión de Directo a ninguna parte//.


El camino a ninguna parte es largo, eso lo sabe todo el mundo. Lo que no todos saben es lo intensamente entretenido que resulta recorrerlo, pues se adentra en la Jungla de Cristal y desde él se puede ver el espectáculo de la naturaleza. Por desgracia, la fauna y flora no es de mi interés, por lo que camino sin desviar la mirada en ningún momento. La única interacción que tuve con ella fue cuando tuve que sortear un tronce hecho añicos que bloqueaba parte del camino. Que no tuviera destino no significa que no tuviera prisa.

Me molesta que el camino no sea rectilíneo: ahora gira a la izquierda, ahora baja y ahora sube. Es enervante. Por suerte, el camino tiene casi tantas indicaciones como curvas, por lo que sé exactamente cuántas pulgadas me faltan para llegar. Un transeúnte se me acerca a paso ligero y no tengo más remedio que detenerme. Parece abochornado por tener que interferir en mi camino.

-Disculpa- empieza- eres del otro lado, ¿verdad?

Asiento con inquietud. No sé si esto supone un problema, pero el hecho de que se me reconozca como extranjero no parece una ventaja.

-¿Vienes de ninguna parte?- pregunta con urgencia.

-No, voy- respondo.

-Viene siendo lo mismo- murmura mientras rebusca algo en su zurrón. Tras una breve exploración encuentra lo que busca y me lo tiende. Es una tarjeta de identificación de alguien llamado “Introduzca su nombre aquí”. Al parecer, trabaja en las instalaciones de este lado. Miro al transeúnte, pero no se parece en nada al individuo de la fotografía.

-Verás- explica- hice una apuesta con Introduzca su nombre aquí y gané su nombre. Le dio tanta rabia perder que se dejó sus cosas cuando se marchó. Según tengo entendido, es del otro lado, como tú. ¿Me harías el favor de devolvérsela?

Aquel hombrecillo no sabía que entregándome aquel pase me estaba permitiendo volver a atravesar la puerta. Podía volver a casa. Así que le debía un favor que debía saldar cumpliendo su petición.

-Está bien, ahora mismo voy - dije.

El hombre negó con la cabeza.

-Primero tienes que llegar o volver de ninguna parte- replicó- No hay más remedio.

Su argumento era irrebatible, así que me despedí y continué mi camino. A partir de este punto, el camino no dejó de ascender en todo momento. Se me agarrotaron las piernas y tuve que parar a descansar bajo un roble cristalino que no me cubría en exceso de las inclemencias del Sol.

Al final, opté por las escaleras mecánicas.

Aquello era el colmo. El cartel “Ha llegado a su destino” bloqueaba completamente el camino, por lo que no podía continuar y llegar a ninguna parte. ¿O tal vez aquello fuera ninguna parte? Exploré por los alrededores, buscando una respuesta a mis preguntas y encontré un angosto pasadizo. Sin dudarlo dos veces, me aventuré en su interior. En mi vida he visto una caverna tan limpia.

Por fin, había llegado a ninguna parte. Mentiría si os dijera que me sorprendí al descubrir que era la Bifurcación. Desde luego, pinta de ninguna parte tenía. Sólo quedaba volver por donde había venido para llegar a la puerta y volver a un incierto hogar. Pero todos los caminos eran idénticos. Tan cerca y a la vez tan lejos.

-¡Qué gran idea tuviste!- oigo a mi espalda.

Es la Rana Negra que vuelve de completar su trabajo… Por el camino correcto.

No le dirijo la palabra, continúo mi camino, a sabiendas de que vuelvo a deberle exactamente “un favor enorme”. Llego al Mapa de Ubicación. Ahora que el asterisco está escrito ya no tengo interés en leerlo.

Llego a la puerta.

La atravieso sin cargo de conciencia.

Llego al otro lado.

Y de vuelta a mi casa.

Allí, me esperan.

-Bienvenido a casa, Introduzca su nombre aquí, ¿Te lo has pasado bien?

1 comentario:

  1. Jajaja cómo mola el final! Enhorabuena, me estoy leyendo todas las entradas del blog y esta es la que más me ha gustado.

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