miércoles, 30 de noviembre de 2011

Rituales

//Tercera parte de "Excursión". Continuación de "Influencia social"//.

María miró la habitación en la que acababa de entrar, sin comprender: un ordenador descansaba sobre una mesa artesanal, junto a una radio en perfecto estado y un teléfono móvil algo desfasado. Una de las paredes estaba cubierta por una enorme estantería, también artesanal, que no contenía demasiados libros; transmitía sensación de vacío. El resto de la sala estaba llena de estatuillas de madera y de más fruslerías, seguramente ofrendas del pueblo a…

-Me llamo Raquel- dijo la hechicera, que estaba sentada sobre un cojín frente a una montaña de piezas metálicas y, algo separada, una resistencia de las que pueden encontrarse dentro de las estufas.

… a Raquel. Lo cierto es que se había dejado llevar, se sentía desvalida y finalmente había cedido ante aquel hombre, cosa que no habría hecho en una situación normal. Por eso, no había pensado detenidamente en que iba a suceder, ni siquiera se lo había planteado. Pero ver a aquella mujer, Raquel, apenas una década mayor que ella, trasteando con resistencias en mitad del bosque la dejaba completamente descolocada.

-Eh…- fue lo único que pudo decir. Frunció el ceño, no le gustaba quedarse sin habla.

Raquel sonrió y se levantó del suelo perezosamente. María se fijó en que iba vestida únicamente con un ligero camisón; no vio más ropa por la estancia, aunque divisó una puerta diferente de la que ella había empleado para entrar. La mujer le tendió la mano y María se la estrechó automáticamente.

-¿Cómo te llamas?- preguntó amistosamente. Parecía una mujer alegre y muy abierta.

-Uhm… María- dijo ella, aún vacilante.

La otra sonrió, tal vez la situación le pareciera divertida, o tal vez era parte de su carácter.

-No entiendes nada, ¿eh?- comentó- igual hasta has pasado miedo.

María se sonrojó y bajó la vista: nunca se le había dado bien responder ante afirmaciones tan directas. Raquel le hizo un gesto para que esperara y se puso a buscar algo entre la multitud de ofrendas, sin tocarlas mucho, hasta que encontró una especie de almohada con aspecto de nube.

-No tengo ni idea de qué está hecho esto- comentó- pero la verdad es que es muy original.

Le dio un par de golpes para quitarle el polvo y se lo tendió a María mientras avanzaba hacia ella.

-Me da un poco de pena usarlo de cojín, pero no te puedo ofrecer nada mejor- lamentó.

-Eh, prefiero estar de pie- contestó María, pues la confusión la obligaba a no relajarse.

Raquel abrió la boca, pero no dijo nada, se encogió de hombros y se sentó sobre su cojín, manteniendo la almohada-nube en su regazo.

-¿Cómo has llegado aquí?-preguntó la hechicera- no es un lugar muy concurrido que digamos.

María cambió el peso de pierna y cerró los ojos. Inspiró por la nariz todo lo lento que pudo hasta que no pudo más y lo soltó igual de despacio, pero por la boca. Raquel no interrumpió en ningún momento; permaneció callada, mirándola. Gracias a esto tuvo tiempo de organizar sus ideas y rememorar lo que había pasado. En realidad, la historia era bastante corta.

-He venido de excursión al bosque- empezó- y me he encontrado con el hombre que está ahora vigilando la puerta. Me ha dicho que soy una hechicera y que tenía que venir al pueblo, que era un motivo de fuerza mayor y por tanto si era necesario me obligaría. Así que no he tenido más remedio.

-Qué curioso- murmuró la otra, que no parecía demasiado sorprendida- ¿pasó algo antes de que te llamara hechicera?

-Sí- contestó María- saqué mi GPS de la mochila y empecé a usarlo.

Sin necesidad de decir nada, María sacó el GPS y se lo mostró a Raquel. Esta lo miró con sorpresa y tendió una mano para que se lo dejara. María dudó, pero finalmente se lo entregó. La otra mujer examinó el aparato con curiosidad, aunque no lo activó en ningún momento, solo observaba las conexiones que podía tener y buscó como quitar la carcasa, aunque cuando vio el nerviosismo de María se detuvo y se lo devolvió.

-Nunca había visto uno- admitió Raquel- ¿para qué sirve?

-Es como un mapa- explicó María- que te dice exactamente tu posición en cada momento vía satélite.

Raquel abrió mucho los ojos y se levantó de un salto, sin dejar de mirar el ingenio.

-¿Funciona dentro del bosque?- preguntó apremiante.

La visible excitación de Raquel hizo retroceder a María, pero asintió.

-Aunque no en todo el bosque- puntualizó- solo en las zonas en las que el follaje es escaso.

Raquel se acercó a ella ágilmente; María no pudo evitarla, en un par de segundos la tuvo a un palmo.

-Enséñame como funciona- le rogó.

María encendió el artilugio, que empezó a cargar: al cabo de unos segundos, se formó un mapa, en el que se veía una enorme zona verde correspondiente al bosque y un pequeño punto amarillo que latía, representando su posición. Raquel observó el mapa con ojo experto y frunció el ceño.

-Según esto, no tardaría ni un día en salir del bosque- masculló- ¿es eso correcto?

María asintió, tensa.

-Yo he entrado en el bosque esta mañana- comentó.

-Pensaba que era mucho más grande- murmuró más para sí misma que para ella- si lo hubiera sabido…

Raquel extendió la mano para coger el aparato, pero María se apartó rápidamente y quedó fuera de su alcance. La otra respondió dando un paso hacia ella y María retrocedió con ella.

-Está bien- dijo Raquel, con una sonrisa forzada- está bien.

Con paso cansado, volvió hasta su cojín y se dejó caer en él. Se puso a buscar entre la montaña de piezas, comparando ocasionalmente alguna con la resistencia.

Durante algo más de un tenso minuto, Raquel pareció olvidarse de la existencia de la otra, pero seguía allí:

-¿Quién eres? ¿Qué hace esta gente aquí? ¿Por qué te llaman hechicera? ¿Por qué tanto interés en mi GPS?- preguntó María.

Raquel levantó la vista, su sonrisa habitual había vuelto, aunque aún tenía un poco de la tensión de antes y algo de ternura.

-Con tantas emociones había olvidado que acabas de llegar…

Agarró la almohada-nube, que estaba justo a su lado y se la pasó. María la atrapó en el aire, era muy blanda, aunque había pequeños bultos algo más duros en el interior.

-Siéntate- le aconsejó- los cuentos hay que escucharlos con comodidad.


//Y no, aún no acabo//

1 comentario:

  1. Muy intrigante, Felipe. El relato mantiene ese punto de tensión y de indefinición entre lo real y lo imaginario que mantiene despierto el interés, es difícil adivinar el tipo de desenlace que puede tener. Esperaremos.

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