jueves, 22 de diciembre de 2011

Viaje onírico

//Es algo más largo de lo habitual, así que, para leerla completa, debéis darle a "leer más", en la parte inferior de la entrada o pinchad en el título//:

Todo el mundo tiene sueños y esperanzas, o eso creo. El mío, personalmente, es ser un héroe. Salvar damiselas en apuros, proteger pueblos de malvados dragones y recibir cuantiosos recompensas. Además de tener el respeto de mis semejantes, claro está. Pero no creo que todo eso ocurra, no estoy hecho de esa pasta. No sabría ni por dónde empezar, así que me dedico a hacer pan. Soy panadero. No me siento frustrado por no haber podido cumplir mi fantasía, nunca me lo propuse seriamente, además, aún soy joven, me queda toda una vida para proponerme nuevas metas.

-¿Cómo ha quedado el pan esta mañana?- me pregunta una mujer con una amplia sonrisa.

Hace algunos años, se produjo un terrible incendio en el que murieron varios vecinos del pueblo. No solían suceder muchas cosas allí, así que aquel incidente causó mucho revuelo. Se decidió entonces, por consenso, dejar de emplear hornos particulares y construir un horno común para todos, por seguridad y comodidad.

Desde entonces trabajo aquí y me encargo de preparar el pan para todos. Tuvieron que enseñarme, pues en mi vida había horneado nada, pero con el tiempo fui cogiendo soltura y ahora me defiendo. Cada cual tiene su día de recogida, todo muy ordenado. Lo cierto es que es un trabajo cansado, pero no vivo mal. Y pan nunca me falta.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Magia, se mi escudo

//Fin de "Excursión". Espero que el final sea del gusto de todos. Ya veréis a que me refiero//.


Al contrario de lo que pueda parecer, la magia es subjetiva y depende enteramente del observador. Hay para quien la electricidad es magia, el fuego es sobrenatural o el universo tiene consciencia y actúa. Estos pensamientos no son incompatibles con la vida en sociedad, a veces resultan un problema y, en ocasiones, son de utilidad.

María miraba absorta la montaña de piezas de Raquel y como está la iba esparciendo conforme seleccionaba aparentemente sin criterio una pieza tras otra.

-Y esa es la historia- murmuró Raquel sin mirarla- estás aquí, tal como profeticé y con tu Instrumento puedes regresar al mundo si lo deseas.

Por fin, una pieza cilíndrica con unas pequeñas muescas en ambos extremos encajó con la resistencia. Raquel dejó ambas piezas en el suelo, se levantó y desapareció tras la puerta que María no conocía. Volvió pasados unos minutos con un pequeño soldador y una barrita de estaño. Soldó la resistencia al tubo metálico bajo la atenta mirada de María.

-Le pondré pilas para encender la resistencia, le encajaré un palo y tendré una especie de bastón que quema y brilla un poco- explicó- si tuviese una bombilla, sería mucho más espectacular, pero bueno.

-¿Qué harás cuando te quedes sin pilas?- preguntó María, que se sentía desorientada y confusa.

-Tranquila, son recargables- contestó- y tengo el cargador. El problema será cuando se estropee la dinamo.

La conversación cesó ahí y Raquel reanudó la construcción del artefacto. María empezó a andar por la habitación, sin acercarse demasiado a Raquel. Miraba con curiosidad las ofrendas, casi todos eran tallados de madera, aunque no había un consenso en lo que representaban. Cuando se cansó, se puso a mirar los lomos de los libros: todos trataban sobre mecánica y electricidad… Y de pronto se acordó.

-¿Qué es “El Libro”?- preguntó- el hombre me dijo que si leía el Libro, lo entendería todo.

Raquel sonrió con desgana y miró a María. Dejó su creación a un lado, se levantó y se acercó también a la estantería. María se contuvo y no retrocedió, aunque se sentía tensa. Raquel cogió un libro de tapa negra, sin ningún título, y se lo tendió a María. Esta lo cogió y lo abrió por la primera página. Estaba en blanco.

-No lo entiendo.

-Era parte de la historia de Joaquín- contestó Raquel, con voz cansada- pensó que si teníamos algo que representara todas las respuestas y que con leerlo sabes que tienes que hacer, nadie cuestionaría nuestros actos.

-¿Y por qué está en blanco?- insistió María- ¿No es un riesgo?

Raquel se encogió de hombros.

-Supongo que Joaquín lo encontraría divertido- contestó- le gustaba saberse la esperanza de todos ellos. Pero yo no. Estoy cansada de vivir esta mentira.

Dio un paso hacia María, que se quedó inmóvil.

-Quiero volver al mundo real- prosiguió- y necesito tu GPS para poder hacerlo.

-¿Y qué pasa si no quiero dártelo?- preguntó María apenas sin voz.

Raquel vaciló y se acarició el pelo, abatida.

-Nada- dijo- no tengo ningún derecho a pedírtelo y no te lo voy a quitar, no soy una salvaje.

-Podemos irnos juntas- sugirió María.

-No, no podemos- contestó la otra- esta gente necesita a los hechiceros. Después de todo este tiempo lo he comprendido. Tal como te dijeron cuando viniste, es un motivo de fuerza mayor.

María miró su GPS durante un instante y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta.

-¿Y eso por qué?- preguntó- ¿Por qué hacen falta? Tú misma lo has dicho, no aportan nada.

-Eso pensaba- respondió Raquel- pero los hechiceros aportamos algo muy valioso.

-¿El qué?

Raquel abrió los brazos y miró a María con determinación.

-¡Magia!- gritó.

-Pero no haces magia- argumentó María- solo les muestras cosas que no entienden. Creen que es magia, pero no lo es.

-Te equivocas- replicó Raquel- aquí, en el pequeño mundo del bosque, lo es.

Magia. Cuando era más joven, había soñado con ella. Había deseado que existiese, poder experimentarla, poder usarla, poder romper las leyes que establecía el mundo real…

-Tienes dos opciones- continuó Raquel- puedes marcharte sin más y volver a tu hogar; yo me quedaré aquí y ambas viviremos en mundos que no nos gustan. O puedes darme tu GPS y sustituirme. Tú decides.

María se quedó absorta. Cerró los ojos y inspiró aire muy lentamente por la nariz. Cuando no pudo más, lo soltó, también despacio, por la boca. Por último, volvió a abrir los ojos. Había tomado una determinación.

[MUNDO 1]

-Lo siento, pero no existe la magia- murmuró María.

Raquel bajó los brazos lentamente, sin dejar de mirarla.

-Si quieres acompañarme, bien y si no, me voy yo sola- prosiguió.

Raquel suspiró y volvió con paso cansado a su montaje.

-Espero que seas feliz en ese mundo- se despidió Raquel- y que te lo hayas pasado bien en esta excursión.

[MUNDO 2]

-De acuerdo-contestó María- yo me encargaré de que exista la magia.

Raquel ahogó un grito de alegría y, sin que María pudiese evitarlo, la abrazó.

-Muchas gracias- gimió Raquel- te lo agradezco de corazón.

María le tendió el GPS, que Raquel cogió con manos temblorosas.

-Espero que seas feliz en ese mundo- se despidió María- y que te lo hayas pasado bien en esta excursión.


***

Magia, se mi escudo. Oblígame a dudar. Dame esperanzas. Sorpréndeme. Y, sobre todo hazme creer que otro mundo es posible.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Farándula

//Cuarta parte de "Excursión"//.


“Hace ya bastante años, cuando yo era joven y, a pesar de que no sabía casi nada, creía saberlo casi todo, vine al bosque. No me apasionaba la naturaleza, pero me parecía un lugar agradable, lejos de mi hábitat usual. Me acompañaba quien fue durante muchos años mi marido, Joaquín. Ninguno de los dos había ido apenas de excursión y por supuesto no sabíamos nada de orientación a excepción de que la brújula apunta siempre al norte, pero puesto que no llevábamos brújula, no sabíamos nada de orientación.

Aún no entiendo que nos impulsó a caminar sin rumbo, internándonos en la espesura cada vez más. Cuando nos quisimos dar cuenta, nos habíamos perdido. El problema de perderse en el bosque es que avanzar en línea recta se vuelve prácticamente imposible si no tienes experiencia. Al principio, nos lo tomamos como un juego, nos preguntábamos donde apareceríamos, que encontraríamos… Pero pronto nos empezó a invadir la inquietud, pues la comida iba menguando y no parecía haber progresos.

Y, sin venir a cuento, encontramos este poblado. Son totalmente autosuficientes, tienen un pozo, ganado y obtienen el resto del bosque. No necesitan nada más y por tanto son reacios a cualquier cambio. Nuestra llegada no fue bien recibida, éramos extraños, invasores para sus ojos. Nos prohibieron la entrada al poblado, dejando claro que recurrirían a lo que hiciese falta para lograr que dicha prohibición se cumpliese. No nos atrevíamos a alejarnos de allí, apenas teníamos comida y estábamos cansados. Entonces se nos ocurrió ofrecerles dinero, o cualquier cosa, con tal de ganarnos su favor. Por supuesto, rechazaron el dinero, pues en su pequeña comunidad carecía de utilidad… Pero abrieron mucho los ojos cuando vieron la cámara de fotos, el teléfono móvil, incluso el mechero. No entendían su funcionamiento, y puesto que no eran capaces de imitarlo, lo consideraron sobrenatural. Y ya que nosotros portábamos dichos Instrumentos, forzosamente poseíamos algo de sobrenatural.

Puede que parezca inmoral aprovecharse de la ignorancia de aquella gente tan simple, pero fueron ellos mismos los que empezaron a llamarnos “hechiceros”, nosotros solo tuvimos que callar y recibir cobijo y alimento. Por supuesto, teníamos detractores; no muchos, pero alguno había. Y en una comunidad tan pequeña, podía resultar un problema. Así que hicimos una exhibición de nuestros poderes. Llevábamos un repelente de insectos, que junto con el mechero nos permitió realizar la llamarada que tanto gusta a los jóvenes. También les dimos calambres, les deslumbramos con el flash, les asustamos con la vibración del móvil y alguna otra cosa de la que no me siento especialmente orgullosa.

No tardamos mucho en convencer a todos de nuestra superioridad. Joaquín empezó a crear una elaborada historia, que cogía un poco de aquí y un poco de allá. Su objetivo era que no fuese necesario realizar demostraciones periódicas, pues sabía que tarde o temprano no podríamos emplear la mayoría de nuestra mágica tecnología. El plan dio buen resultado, en parte por la predisposición del pueblo al misticismo, en parte por el entusiasmo que le ponía Joaquín a la historia. Al poco, teníamos el templo, lo que impedía a los lugareños saber que hacíamos, aumentando más el respeto que se tenía por nosotros. Incluso aprendieron nuestra lengua y fueron paulatinamente dejando de emplear la suya. Esto es algo que aún no comprendo. Tal vez pensaban que de este modo arañaban un poco de nuestro poder.

Yo quería volver a casa, al mundo real, pero Joaquín no parecía querer hacerlo. De todos modos, no sabíamos dónde estábamos ni como regresar y aquella pobre gente tampoco, desconocían incluso la existencia del exterior, pensaban que el bosque lo abarcaba todo. Le rogué a Joaquín que nos fuéramos, que cuanto más tardásemos en desaparecer, peor.

Y, un día, cuando me desperté, no estaba. Había una nota en la que me pedía que dijera que estaba realizando un conjuro muy importante y que no se iba a mostrar en algún tiempo. Le busqué por todas partes, pero había desaparecido. Me había abandonado, o eso creía. Pensé en huir, pero no sabía a dónde. Me sentía sola, así que empecé a hablar con los lugareños individualmente y no solo para pedirles cosas: quería saber cómo eran, que aspiraciones tenían, cuáles eran sus miedos… De mis conversaciones con ellos entendí algunas cosas. Entre ellas, que todo el esfuerzo de Joaquín había sido en vano, las demostraciones de “magia” habían sido suficiente para ellos, la historia no era más que un añadido al que no prestaban demasiada atención. También descubrí que, al contrario de lo que yo pensaba, ellos no deseaban aprender a utilizar los Instrumentos: eran sagrados, solo los hechiceros debían emplearlos. Y, lo que más me asombró de todo: se alegraban de tenernos en el pueblo, a pesar de que no aportaban nada tangible al pueblo. Lo consideraban un honor.

Empecé a sentir remordimientos por estar allí. Decidí contarles la verdad, aunque sabía que no me iba a suponer nada bueno. Pero no pude hacerlo, pues contra todo pronóstico, Joaquín volvió; y trajo consigo nuevos aparatos, todos con efectos muy pintorescos: el que más gustó al pueblo fue un pequeño coche teledirigido, que contemplaban absortos, sin comprender. Además, trajo muchas pilas y una dinamo, además de transformadores y adaptadores, con lo que pudimos cargar la cámara y los móviles. Joaquín me dijo que su intención era hacer viajes periódicos a la ciudad y traer cosas nuevas con las que impresionar a “sus súbditos”, como empezó a llamarlos. Le rogué que nos fuéramos, pero no me hizo caso. Tampoco me explicó como había salido del bosque, a pesar de que se lo pedí insistentemente. En su siguiente viaje trajo el ordenador, aunque no consiguió que funcionase nunca. Y, en su tercer y último viaje, no regresó.

Pasado un tiempo, los lugareños empezaron a preocuparse y tuve que soltarles una especie de cuento heroico, en el que Joaquín debía sacrificarse por el bien de todos y no volver jamás. Lo creyeron a medias, pero el hecho de tener un único hechicero y no dos les turbaba, así que les dije lo que querían oír, que aparecería otro hechicero en sustitución de Joaquín…”

-Y aquí estás tú- acabó Raquel.