viernes, 28 de octubre de 2011

Ruido

// Hola a todos, Mi nombre es Vanesa y hoy estoy aquí como invitada especial. Después de un tiempo vuelvo a las andadas de la escritura, así que disculpad mis posibles fallos.  Espero que disfrutéis y gracias. //


Entre tanto alboroto consigo sacar una palabra en claro: Ruido. 
Esa perturbación que hace endeble al ser humano y que imposibilita llegar con claridad al sujeto la información requerida. Esa señal anómala que encontramos en cualquier lugar que estemos. Queramos o no, siempre será nuestro más fiel compañero de travesías, ¿hablábamos del perro? Lo siento querido pero antes de que tu tatarabuelo naciera, el ruido ya permanecía a la vera del ser humano. 

Estamos en el año 2111 -Quién se iba a imaginar que viviríamos tantos años después de las predicciones mayas, ¡eh! -y se podría decir que el silencio se disipó un siglo atrás. Aún recuerdo a mi abuela hablar de lo que era pero no hay memoria que pueda llegar a plasmar lo que la experiencia enseña. Aunque la definición es muy sencilla, me es imposible comprender lo que corresponde al antónimo del vocablo ruido: ningún zumbido, ningún estruendo, ningún grito, nada de música... 

¡No! Hasta esbozar la eliminación de cada elemento que produce algún tipo de vibración o sonido me resulta complejo. No puedo quitar el tic-tac de mi reloj mientras marca la hora permitiéndome no llegar tarde a estudiar. No puedo desvanecer el canto del ruiseñor que se haya en mi cuarto tambaleándose y cantando para agradecer al Sol el calor que éste le otorga. Vamos, ¡qué grosería!. No puedo parar los latidos de mi corazón cuando me hallo en la cama a punto de acostarme, moriría. Por muy innecesario que parezca, todo se ha vuelto necesario. 

Y es que como dijo el filósofo Marx, parece que me he alienado.



---
Foto de Álvaro, Moabdib.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Extraños frutos del amor

En general, la frase “la realidad siempre supera a la ficción” me parece una memez enorme. La realidad es la realidad y la ficción engloba lo que existe y lo que no y tal vez nunca lo haga. Personalmente, vivir en la ficción de parece una apuesta más arriesga, pues existen peligros por doquier (alienígenas, monstruos, armas devastadoras…) pero por el contrario hay grandes avances muy tentadores (robots, magia, artilugios de todas formas y colores). Si viviera en la ficción, cogería mi nave espacial y me iría a explorar nuevas fronteras… Pero como estoy encadenado a la realidad, estoy en una perrera eligiendo un perro, que tengo mucho amor no correspondido que dar.

“¿Qué tal éste?” me pregunta el encargado, sonriente. El can en cuestión, un enorme mastín, me mira con ojos inyectados en sangre, sin hacer ningún movimiento. Apenas me atrevo a devolverle la mirada como para empezar una vida juntos… “¿Y éste?” prosigue el hombre (no el perro) ante mi mirada de franco pavor. El nuevo afortunado, un mestizo, menea su larga cola, dichoso de recibir algo de atención. “Que majo” pienso. Lo preselecciono, pero no quiero irme sin ver un poco más, no sería justo para el resto de animales que solo por estar el otro delante tuviera mejores oportunidades.

Voy adentrándome entre filas y filas de jaulas, desde donde me miran ojos suplicantes. Pares y tríos de ojos que siguen todos mis movimientos… Mmm… ¿Tríos? Retrocedo un poco. Tres ojos me miran desde dentro de la jaula amistosamente. El encargado se asoma a la jaula y pone la misma cara de circunstancias que yo. “¿Pero qué cojones es esto?” exclama.

Pues a ver. Tiene tres ojos. Y tentáculos. Y garras. Y alas. Y una especie de trompa llena de pinchos. Y eso parece un aguijón. Y escamas. Mira, otro aguijón. Quién habría dicho que tenía ahí la boca…

“Creo que lo llamaré Toby” digo, mientras le miro con ternura. Sal de mis sueños y entra en mi nave espacial.

martes, 25 de octubre de 2011

Microrrelatos

Lo cierto es que tengo escritos unos cuantos microrrelatos y me quería publicarlos, así que aquí los pongo. Si me animo, igual escribo más. Esto no quita que publique mi relato el miércoles, es un añadido.

Observación e hipótesis

¡Oh, una brecha en la pared! Me pregunto de dónde habrá salido. Tal vez la ha causado un temblor que haya sacudido la casa o es consecuencia del paso del tiempo. O tal vez he sido yo al golpearla con el hacha.

Camuflaje

Busco en el salón de casa. Nada. Pruebo en la cocina, pero tampoco. En el baño obtengo el mismo resultado. ¿En el trastero, tal vez? Podría haber sido, pero no es así. Del mismo modo, no encuentro lo que busco en el recibidor. Breve vistazo a mi habitación. No veo nada, pero percibo de pronto un movimiento. Avanzo lentamente, prestando atención absoluta a mi entorno. ¡Ahí está! Mi camaleón me mira indiferente desde el cabecero de la cama…

Alguien lo ha pintado de azul. Menos mal que mi habitación es amarilla, o no lo habría encontrado nunca.

Sugerencia estética

“¿Por qué no te dejas melena?” me dice uno, “te pega”. Nunca me ha gustado considerar el pelo como medio de expresión, pues entonces incluso aquellos que no desean expresar nada capilarmente acaban transmitiendo un aspecto de su personalidad que tal vez querían mantener oculto.

Por eso no voy a hacerlo. Por eso y porque soy calvo.


Trastos

Vaya, un bazooka tirado en el suelo. Lo recojo, curioso, y veo que tiene un único botón, así que forzosamente se dispara presionándolo. Oigo un “Paff” a mis espaldas. Me giro. Es Dios en persona, que viene a saludar.

Pues bazookazo que le va.


Competencia desleal

Tengo una determinación firme. Voy a construir una máquina que realice satisfactoriamente la reacción de dióxido de carbono con agua, para así conseguir oxígeno y diversos compuestos de carbono.

No me puedo creer que a nadie se le haya ocurrido antes, es una idea simplemente brillante. Lo primero que debo hacer es patentar la fórmula para evitar problemas legales.

Voy al registro.

Al parecer, esa reacción ya existe, se llama “fotosíntesis” y no puede ser registrada pues la realizan de modo natural las plantas.

Maldita naturaleza, se me ha vuelto a adelantar.