jueves, 18 de agosto de 2011

Aislamiento

Para que engañarnos, soy una persona muy quisquillosa en lo que ha temperaturas se refiere; siempre me ha costado horrores ajustar la temperatura del agua cuando me ducho y soy ferviente enemigo del aire acondicionado, pues nunca se amolda a mis deseos. Por eso vivir en una pequeña casa rodeada por un mar de lava no parece, en principio, un lugar donde pueda vivir adecuadamente. Y desde luego no lo es, pero es ahí donde vivo.

Me explico. No siempre ha sido así. El bullicio de la ciudad nunca me ha atraído, aunque las facilidades de las grandes metrópolis siempre acaban imponiéndose a este rechazo que al fin y al cabo, solo es una insignificante preferencia. Sin embargo, en cuanto se me presentó la posibilidad de un estilo de vida que implicaba soledad, no me lo pensé dos veces y acepté: Así empecé a vivir aquí, en mi actual casa, un pequeño bastión contra el mundo que me rodea y me asedia. Tengo que admitir que me costó adaptarme a una vida en la que era centro de todo, pero la sencillez de todo cuanto me rodeaba me ayudó a sobrellevarlo en un inicio y consolidó mi decisión más adelante.

Hasta aquí, todo bien. El problema surgió más adelante, cuando incluso el recuerdo de mi anterior estilo de vida empezaba a difuminarse. Se abrió una enorme fisura en la tierra de la que empezó a brotar lava incesantemente. Mi casa, colocada en la cima de una pequeña elevación para evitar problemas con las inundaciones, quedó intacta, pero todo cuanto la circundaba quedó engullido por lo que solo puedo definir como un mar de lava, que permanece hasta día de hoy sin solidificarse… Y no parece que la situación vaya a cambiar.

El calor es insoportable y una molesta humareda me impide mantener las ventanas abiertas, pues me arriesgo a que mi hogar quede impregnado por el persistente olor del humo. Desde luego, la situación es complicada, pues no tengo forma de huir. No es que quiera ir a ninguna parte, pues tengo víveres de sobra para no preocuparme por el aislamiento una larga temporada. Pero ya no permanezco recluido porque quiero sino porque no tengo más remedio. Se me presentan tres opciones y ninguna me gusta: Puedo esperar a que la lava solidifique, tarde lo que tarde y borrar de mi mente el recuerdo de mi estancia en el infierno. También puedo pedir auxilio al mundo al que di la espalda, pues sé que no repararán en gastos para salvar mi alma, para dejar posteriormente que se vaya consumiendo en mí día a día. Por último, puedo lanzarme al mar de lava, pues no hay mejor forma de combatir el calor que con un buen chapuzón. Ciertamente, ninguna de las tres opciones me atrae, pero puesto que una de ellas conlleva la inactividad, resulta totalmente obligatorio elegir.

No es una decisión fácil, por lo que paso largo tiempo meditando (tampoco hay mucho más que hacer, en realidad). Hago balance sobre lo que he hecho y lo que hipotéticamente me queda por hacer. Me doy cuenta que únicamente he subsistido sin meta alguna por la que luchar. Esto no es del todo cierto, pues me he ido marcando pequeños objetivos que iba cumpliendo con efectividad uno tras otro, pero no perseguían un fin superior que los fuera hilando.

Finalmente, me decanto por la idea del baño. No me atrae especialmente la muerte, pero las alternativas resultan sofocantes y agotadoras. Por supuesto, no llego a materializar mi decisión, pues la idea del baño resulta más sofocante y agotadora a cada paso que doy en dirección al mar de lava, por lo que acabo desistiendo.

Así que me dedico a subsistir en un intenso malestar producido por la temperatura extrema de mi entorno, aislado del mundo hasta que se me agoten las reservas y perezca.

Si lo pienso, en realidad no ha cambiado nada.

2 comentarios:

  1. Original como siempre, narrador, tanto la idea como el desarrollo (que sólo tiene lugar en la cabeza del protagonista) y el final (aunque esta vez te lo he visto venir). Por cierto, echando un vistazo al resto de tus relatos, este protagonista (o algún primo hermano suyo)aparece unas cuantas veces (sin ir más lejos, en "Apatía". ¿Qué no será que tiene algo de tí mismo, o de lo que tú crees que eres?

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  2. Creo que es inevitable que algo de ti mismo se filtre en tus historias, por lo que cuando alguien te ha leido bastante (entendiendo los mensajes, claro está), se puede hacer una idea aproximada de tu forma de pensar.

    Así que sí, mis historias en general y esta concretamente tienen algo de mí (o de lo que creo que soy) y de mi forma de ver el mundo.

    Espero que no hallas encontrado nada chocante..

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