martes, 1 de enero de 2013

Cerradura

Era sábado por la noche (más bien domingo de madrugada) y volvía a casa después de cumplir con mis deberes ciudadanos. 

-No ha estado mal- comentó mi amigo, que se quedaba a dormir en mi casa por motivos más legales que éticos. 

-Un poco flojito- matizó mi amiga, que iba sobria y no se iba a quedar, pero nos acompañaba porque no se fiaba de que fuésemos a llegar de una pieza. 

-Mmmm- gruñí yo. 

Permanecimos en silencio hasta llegar a mi portal. Saqué la llave, la giré con más soltura de la que mi amiga esperaba (sonreí por ello) y accedimos al rellano. Llamamos al ascensor y esperamos a que bajara de cielos que no nos correspondían. Subimos y pulsé mi botón. Mi amigo se miraba en el espejo, mi amiga le miraba a él y yo la miraba a ella. Tuve una arcada, pero la contuve. El ascensor dio una sacudida amistosa, advirtiéndonos de que el breve paseo había acabado. Abrió sus puertas y salimos. Me sacudí las zapatillas en el felpudo y rebusqué en mi bolsillo en busca de la llave de la puerta. Creo que soy la única persona en el mundo que no usa llavero: tengo todas las llaves sueltas dentro del bolsillo. Puede sonar raro, pero lo encuentro más eficiente: solo me llevo las llaves que necesito, y así no me pinchan conforme camino. Si fuese mujer y tuviese un bolso, tanto me daría, pero resulta que no lo soy.

-Venga, tío- me apresuró mi amigo- tengo hambre. 

-No toques mi nevera- le advertí (medio en broma). 

Pero nada, por más que rebusqué, la llave no aparecía. Tenía la del portal, pero eso era todo. 

-No tengo la llave- les informé. 

Mi amiga apretó los labios y mi amigo se sentó en un escalón. 

-Ah- dijo él. 

-¿Pero al salir la has cogido?- preguntó ella. 

Hice memoria, y me sonaba haber cerrado la puerta con llave, así que era bastante probable que hubiese salido con ellas. Así que las había perdido o me las habían robado por el camino. 

-Sí, las he cogido- aseguré- las tengo que haber perdido por el camino. 

Mi amigo soltó un bufido. 

-Vamos a buscarlas- dijo ella con voz seca. 

La miré. “No hace falta que te quedes, vete a casa y ya nos apañaremos”. Eso debía decir. Pero no tenía fuerzas para ir a buscarlas sin su ayuda. 

-Vale, vamos. 

Llamamos al ascensor, que abrió sus puertas al instante, obsequioso. 

-Os espero aquí- dijo mi amigo sin levantarse. 

-No, tú te vienes- le ordené. 

Negó con la cabeza y se apoyó con los brazos en otro escalón. Yo la miré a ella y ella se encogió de hombros. Los dos subimos al ascensor y bajamos al rellano. Salimos del portal y empezamos a desandar lo andado. 

-Deberías comprarte un llavero- comentó ella. 

-Entonces habría perdido ambas- argumenté. 

-O ninguna- respondió secamente. 

-Nunca lo sabremos- gruñí. 

Después de un rato en silencio, llegamos a un bar en el que habíamos estado hacía un par (o un par de pares) de horas. Me acerqué a la barra y pregunté si les habían dado alguna llave. 

-Sí, nos han dado unas llaves- respondió el camarero, mirándome con desconfianza- ¿Cuántas eran? 

-Una- contesté yo. 

-Entonces no son tuyas- me aseguró. 

-¿Puedo verlas?- insistí. 

-No- respondió él. 

Nos quedamos mirándonos unos segundos. 

-Son de mi amiga- mentí, señalándola- no estoy intentando robar ni nada. Lo está pasando mal, solo trato de ayudarla. 

El camarero le echó un vistazo a mi amiga, que permanecía en el marco de la puerta del bar, mirándonos, pero demasiado lejos para oírnos. Torció el gesto y se sacó un fajo de llaves del bolsillo. No eran las mías. 

-No, no son esas- confirmé- gracias de todos modos. 

El camarero me despidió con una inclinación de cabeza y salí del bar. 

-Nada- la informé. 

Ella asintió y seguimos caminando, sin decirnos nada. 

-Carlos…- me llamo ella (pues así me llamo). 

-Dime 

-¿Crees que le gusto a Toni?- me preguntó, muy seria. 

Toni era el otro, claro. Mi amigo. Su amigo. El que permanecía semivegetativo frente a mi puerta, exento de la búsqueda por apatía, tanto suya como nuestra. 

-No sé- respondo. 

-¿Te ha dicho algo de mí? 

-No 

-¿Seguro? 

-¿Por qué no lo hablas con él? 

-Perdona si te ha molestado. 

-¿Por qué iba a molestarme? 

-No sé, suenas como si te hubiese molestado. 

-Pues no. 

-Ah 

Silencio. 

-¿Por qué creías que me había molestado?- pregunté. 

-Porque sonabas con voz de que estabas molesto- explicó ella- Aún suenas así. 

-Es que no me hace gracia haber perdido las llaves. Es todo. 

-Vale, fallo mío. 

-No pasa nada. 

Silencio. 

-Solo por como sonaba, ¿no?- insistí. 

-Que sí, Carlos. 

Silencio. 

-¿Por qué te importa tanto?- me preguntó. 

-No sé, porque me ha extrañado. 

-Pero, ¿por qué me lo has preguntado tres veces? ¿Por qué pensabas que yo pensaba que te habías molestado? 

Tardé unos cuatro segundos en procesar eso. Me acordé de una película que había visto una vez, en la que dos hombre no dejaban de anticiparse a la estratagema el uno del otro, e incluso las contraestratagemas habían sido previstas con contracontraestratagemas, en un bucle infinito de “sabía que sabias que sabía que sabias…”. No recuerdo si era una comedia. Creo que no. 

-Por nada. 

Ella no ahondó en el tema. Yo tampoco seguí por ahí. Llegamos hasta la discoteca. El de seguridad nos pidió las entradas, pero no teníamos. Ninguno nos habíamos puesto el sello para volver a entrar. 

-¿Las chicas entran gratis?- pregunté. 

-No- respondió el de seguridad. 

-Es que he perdido mis llaves de casa dentro- mintió ella, consensuando mi anterior mentira sin ella saberlo. Me dio un vuelco al corazón. 

El guarda nos miró con cara de pocos amigos. Me entraron ganas de abofetearle solo para que tuviese una excusa para darme una paliza. 

-Entro y salgo- aseguró ella- solo quiero preguntar en la barra. 

-Te espero aquí- le dije yo, fingiendo que daba por sentado que el guarda iba a aceptar. 

El hombre se pasó la mano por el pelo y se hizo a un lado, no muy convencido. 

-Muchas gracias- le dijo ella- ahora salgo. 

Ambos nos quedamos solos. La gente salía y entraba y el guarda les atendía mecánicamente. Nadie más tuvo que pararse, todos tenían sus pases en regla. 

-Tu chica es guapa- me comentó. 

“No es mi chica”. 

-Ya lo sé, la quiero mucho. 

El guarda me brindó con una parca sonrisa que solo se da entre hombres. No es fácil de explicar. Los que saben que sonrisa es, no necesitan que se la explique. Los que no, tendrán que asumir que no se puede abarcar todo el conocimiento. 

-Le voy a pedir que se case conmigo. 

-Felicidades. 

María (mi amiga) salió del local con las manos vacías y el pelo un poco revuelto. 

-Nada- nos informó a ambos. 

El guarda nos deseó suerte y salimos de allí. ¿A dónde habíamos ido luego? Ah, sí. Seguimos caminando, con paso cansino. Ella no llevaba tacones, ni yo tampoco. 

-Le gustabas al guarda- le dije. 

-Que bien- dijo sin interés. 

-Me ha preguntado si estábamos juntos. 

-Ah. 

-Le he dicho que sí, para que no te molestara. 

-Vale, gracias. 

-Le he dicho que me quería casar contigo. 

Ella no respondió. Seguimos caminando y llegamos al parque. Allí no había barra, así que fuimos al punto donde nos habíamos sentado. Aún estaban nuestras botellas vacías de alcohol. Se había sentado una pareja. Él tenía su mano oculta entre las piernas de ella, bajo su falda. Cuando vieron que nos miraban, él retiró la mano y nos miró de malas maneras. Ella tampoco rebosaba simpatía, que digamos, pero parecía más incómoda que enfadada. 

-Ocupado- masculló él. 

Me entraron ganas de cruzarle la cara y perder la pelea que seguiría. Luego irme a mi casa y dormir en el portal. 

-¿Habéis encontrado una llave por aquí?- les pregunté. 

-No- dijo él- pírate. 

-Es la llave de mi casa, no me puedo ir sin ella- le expliqué. 

-Pues aquí no está- sentenció. 

-¿La has buscado?- le pregunté. 

Él suspiró ruidosamente, se levantó y se me encaró. 

-Que te vayas de una puta vez- me amenazó. 

-Vamos a buscar un poco, que tampoco cuesta nada- dijo su chica, mientras tanteaba en suelo con las manos. 

María y yo nos agachamos a buscar también, pero el otro chico no se agachó con nosotros. Trataba de ocultar su erección, pero era evidente. 

Al cabo de un rato nos dimos por vencidos, nos sacudimos la tierra de la ropa y nos levantamos. 

-Gracias por ayudarnos- le dije a la chica. Ella me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Le tendí la mano y ella me la estrechó. Los dos nos reímos. El chico me agarró del hombro y me separó de ella. 

-Ala, fuera de aquí- inquirió- y más suerte en otro lado. 

-¿Por qué no nos dais un número de teléfono por si las encontramos?- sugirió la chica. 

Yo asentí y le di mi número. El chico me miraba con verdadero rencor, pero yo le ignoré. 

-Hazme una llamada, por saber que es tu número- le pedí. 

Ella me llamó, y durante una fracción de segundo sonó la melodía de mi teléfono móvil. 

-¿Te llamas…?- la miré, interrogante. 

-Mónica- respondió ella. 

Guardé el contacto como “Monica”, sin acento. No sé por qué lo hice. Me despedí de ella (de él no) y nos fuimos. Empezamos a caminar. 

-¿Por qué has hecho eso?- me interrogó María. 

-¿Hacer el qué? 

-Ligar con esa chica delante de su novio 

-Yo no estaba ligando. 

-Claro que sí. 

-No. 

-Sí. 

-¿En qué notabas que ligaba? 

-No sé, se notaba. 

-¿Sonaba con voz de estar ligando?- me burlé, con malicia. 

-Pues creo que sí, y creo que ese chico te lo confirmará si vuelves. 

-No quiero que me partan la cara, no parecía un chico tan razonable como para ir a preguntarle si le ha dado la impresión de que me estaba ligando a su novia. 

María sonrió, pero no se llegó a reír. 

-Además, ni siquiera es seguro que sean novios- dije, por decir algo. 

-Venga, no me jodas- dijo ella- ya has visto que estaban haciendo. 

-No, no me he fijado- mentí- ¿qué estaban haciendo? 

Ella vaciló y me miró a los ojos, buscando en ellos mentira. Pero gracias a Dios no la encontró. 

-En serio, ¿qué estaban haciendo?- insistí- que igual la he cagado mucho sin darme cuenta. 

-¿Entonces admites que la estabas ligando?- dijo ella. 

-En serio, ¿qué estaban haciendo? 

-Pues ya sabes- dijo ella. 

-No se estaban besando- dije yo. 

Ella puso los ojos en blanco. 

-Él la estaba tocando. 

-Bueno, se pueden sobar sin que sean novios. 

-La estaba masturbando- sentenció por fin. Y pareció liberarse. 

-Ah- dije yo, tratando de ocultar una sonrisa- que corte. 

-Sí. 

Solo quedaba un lugar por visitar. No íbamos muy atentos al camino, aunque también podría habérseme caído la llave por ahí. Llegamos a la casa de ella. Habíamos pasado a mitad noche o así a que se cambiara los zapatos, porque los que llevaba le hacían daño. Por eso ninguno de los dos llevaba tacones. Abrió el portal con su llave y subimos por las escaleras porque vivía en el primero. 

Rebuscó en su bolso y me miró, sorprendida. 

-Tampoco tengo las llaves de casa. 

Abrí la boca, atónito, pero ella sonrió ampliamente y empezó a reírse. Sacó las llaves y abrió. Que estúpido, la había visto sacar todas las llaves con su llavero en el portal. Estúpido. Entramos los dos. Recordaba que había ido primero al baño y después a la cocina a beber un poco de agua. Fui primero a la cocina, un vistazo superficial no me reveló nada. Abrí la nevera, pero tampoco estaban allí dentro. Metí un poco la cabeza dentro y me dejé llevar por el frío y las diferentes combinaciones de olores que me llegaban. 

Fui al baño y busqué alrededor del váter. No estaba. Di un rápido vistazo alrededor. No estaba la llave, ni había nada mínimamente sexual de María, por lo que salí de allí. 

-Nada- la informé. 

Ella me miró gravemente y torció el gesto. 

-Creo que ya me voy a quedar aquí- me dijo ella. 

-Claro- respondí. 

-Si quieres…- murmuró ella, pero la interrumpió la melodía de mi móvil. 

Lo saqué de mi bolsillo pensando en “Monica”, pero la llamada era de Toni. 

-¡Tío, la llave estaba tirada en el portal!- me dijo con voz etílica. 

-Joder, que mal- me quejé yo- con la vuelta que nos hemos pegado. 

-Yo entro que me caigo de sueño, te dejo la puerta entreabierta- me informó. 

-No, déjame la llave debajo del felpudo- le pedí. 

-Como quieras- accedió- hasta ahora. 

Y colgó. 

-Toni ha encontrado las llaves, estaban en el portal- le dije a María. 

-Se te debe haber caído al sacar la otra- razonó ella. 

-Seguramente. 

-Pues nada, hasta otra. 

Asentí y me la quedé mirando. 

-Gracias por ayudarme- le dije- la verdad es que si no te hubieses ofrecido, habría dormido delante de la puerta. 

-Hombre, os habría dicho de dormir aquí- dijo ella. Parecía cansada. 

Me acerqué para abrazarla y ella correspondió el gesto. No se esforzó en que sus pechos no se aplastaran contra mí, y yo tampoco lo hice. Nos separamos un poco, y nos quedamos mirándonos. 

-¿Qué?- me dijo. 

Traté de besarla, pero ella apartó la cara. 

-No- me dijo secamente, mientras se apartaba. 

Yo me la quedé mirando y volvía acercarme a ella. Ella interpuso sus brazos y me paré. 

-En serio- me pidió ella. 

Me rasqué la nariz, me di la vuelta y salí sin cerrar la puerta. Llamé al ascensor y esperé a que llegara. María no cerró la puerta, se quedó donde estaba, mirándome. Entré al ascensor y las puertas se cerraron tras de mí. 

Anduve lo desandado, pasando por el parque, la discoteca y el bar. No me paré a comunicarle a ninguno de mis breves aliados que había encontrado la llave. Seguí caminando hasta llegar a mi portal. Abrí con la llave y llamé a mi ascensor, que bajó a recogerme, perezoso. Subí y le di a mi piso. Me miré un segundo en el espejo, tratando de recordar algo que había olvidado. Bajé del ascensor, levanté el felpudo y encontré la llave. Abrí y entré. Fui derecho a mi habitación. Pasé por delante del sofá, en el que estaba tumbado Toni. 

-No ha estado mal la noche- musitó, adormilado- aunque lo de la llave ha sido una cagada, tengo la espalda molida. 

-Se puede hacer peor- comenté yo, sin pararme siquiera. Entré en mi habitación y cerré la puerta. Me descalcé y me eché sobre la cama. Saqué el móvil. Busqué en mi lista de contactos a “Monica”. 

Edité el contacto y le puse el acento. 

Luego borré el contacto y me puse a dormir.

//Recomiendo encarecidamente leer los comentarios si se quiere entender el mensaje del relato.//

5 comentarios:

  1. Buen aperitivo para comenzar el año. Aunque tendré que releerlo alguna vez para encontrarle el intrígulis al final (incluye el guiño a "Se pude hacer peor").

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    1. Algo que me pasa usualmente es que escribo sin pensar demasiado en el simbolismo, por lo que puede que haya partes que no signifiquen nada, así que no te calientes mucho la cabeza por entenderlo todo, yo mismo tengo que releerlo para entender que quería decir, aunque fuera subconscientemente.

      El relato trata (como supongo todo el mundo habrá entendido) sobre las relaciones entre hombres y mujeres, y como parece que estas últimas están supeditadas a la existencia de esas relaciones para existir en la ficción.

      Todo el relato se basa en la búsqueda de una llave, que es una alegoría tanto del pene como de la capacidad del hombre de conquistar a la mujer, pues es básicamente la función que se le da a ella: ser conquistada. Sin embargo, el relato no se llama "Llave", sino "Cerradura", que puede considerarse el contrario o complementario... Y por tanto representa a la mujer, su vagina y esa dualidad que a mí personalmente tanto me confunde de resistirse a ser abierta frente a únicamente existir para ser abierta. Es como si te tuvieses que esforzar para conseguirlo, toda la búsqueda representa eso, el esfuerzo constante de él por conquistarla a ella y cumplir así la función tanto de llave como de cerradura. Este esfuerzo también lo representan el camarero del bar y el segurata, dándole un inmerecido trato preferente a ella, del que ambos (él y ella por igual) se aprovechan.

      Con respecto al parque... el novio celoso no representa nada, pero era un elemento necesario para caracterizar a su novia. Ella representa mucho mejor que María esa función de mujer-cerradura, pues todas sus intervenciones están básicamente marcadas por un contexto de sexo o seducción, ambos conceptos pertenecientes a la relación hombre-mujer.

      Explicado todo esto, ya podemos llegar al intríngulis final. Después de todo su viaje (que ya sabemos que representa), no solo no consigue la llave, sino que alguien que no se ha esforzado en absoluto la consigue en su lugar. Aún a pesar de no tenerla, Carlos se considera merecedor de abrir la cerradura y lo intenta, pero por supuesto fracasa.
      Tal vez hayas considerado que el rechazo de María es un acto de rebeldía ante el sistema que he explicado, ante la concepción de la mujer como cerradura que debe ser abierta... pero no es así. Es más, es precisamente lo que se espera de ella según esa concepción: al fin y al cabo, si no tienes la llave, no abres la cerradura. Por ello, una cerradura tiene dos actos de rebeldía posibles: abrirse sin llave o no abrirse con llave. No entro suficientemente al relato como para llegar a eso, María no se encuentra con Toni (básicamente porque me quedé sin batería en el ordenador y no seguí escribiendo, y cuando lo pude retomar, no tenía ganas de seguir) además, lo consideré innecesario, ella debía reafirmar lo ya expuesto y abrirse a él (además, no tenía ganas de que nadie acabara contento, me gustan los finales sombríos).

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  2. //Sigo en este comentario, que era tan largo que no me dejaba publicarlo en uno//

    Tal vez estés pensando que soy machista o misógino por caracterizar así a mis personajes femeninos, pero no es así. Estoy tratando de denunciar con estilo enrevesado y de escasa difusión algo que me parece envidente y que me molesta bastante. Esta vez, el personaje principal no me representa (aunque claro, es imposible que no tenga algún matiz mío), ni representa mi forma de pensar. Digamos que en este relato soy una especie de voz en su cabeza que le hace hacer cosas que él mismo no acaba de entender. Por ello piensa en castigarse a si mismo iniciando disputas contra el segurata y el novio, porque su conducta no es apropiada (bajo mis estándares, claro) y, muchísimo más importante, al guardar a Mónica como contacto del teléfono, escribe su nombre sin acento. Esto tiene una simbología enorme, y puede que lo hayas pasado por alto (a pesar de que vuelve a nombrarse en la última frase y por tanto no puede ser una floritura literaria más). El protagonista escribe Mónica sin acento porque una voz en su cabeza (que soy yo) le hace comprender que la visión que tiene de ella de mujer-cerradura no es completa, que le falta algo. Al final, cuando ya se ha tumbado, demasiado cansado para continuar esforzándose y está a punto de dormirse, cuando el subconsciente (que de nuevo me representa) está a punto de tomar el control, edita el contacto y escribe el acento, aceptándola como ser completo más allá de la posible relación que pudiese tener con ella, quebrando así la concepción de cerradura... Pero por supuesto, este pequeño chispazo de esperanza no dura y la dura consciencia vuelve a imponerse: una vez desaparecida la motivación, el desafío que representa la conquista, el interés por Mónica desaparece y la borra del teléfono y de su vida.

    En principio el protagonista debía "borrar" a María de su vida, pero me pareció exagerado, tosco y demasiado oscuro, así que lo descarté y por eso añadí a Mónica a la historia.

    Y lo de Se Puede Hacer Peor, solo es un guiño, como bien has dicho. No es relevante para la historia, es un pequeño premio que doy a mis seguidores más cercanos y a mí mismo.

    Por último, una aclaración. Mi máxima es que la felicidad se ha de imponer a todo lo demás, incluida la justicia, el bien y todo eso. Por ello, y como me da la impresión que a las mujeres no les parece mal esto (o no verían tantas comedias románticas, tantas teleseries de amores prohibidos ni triunfarían libros como Crepúsculo), no voy a discutirle a nadie que esté en desacuerdo conmigo.

    Y ya, para acabar (ahora en serio), si te preguntas por qué he elegido este tema, es porque las canciones que se oían en el coche mientras escribía eran todas de amor o de desamor. (y bueno, porque hace no demasiado salí de una relación amorosa y aún no había escrito nada sobre ello).

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  3. Felipe, has hecho un ensayo de un relato corto. Nunca me hubiera imaginado el simbolismo de la llave y la cerradura, demasiado sutil o poco explícito, al menos para mí. Quizás algo más de evidencia en lo que relatas, una pequeña pista sobre lo que simboliza lo que cuentas, le daría un aliciente más al relato, al obligar al lector a tratar de traducir lo que cuentas, y eso le ponga a trabajar la cabeza y a sentirse satisfecho cuando encuentra el significado "paralelo" que se oculta. Es sólo una opinión.

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    1. No pretendo dar sermones a nadie sobre lo que está bien y lo que está mal, ni directamente ni de forma vagamente explícita. Quédate con el aspecto narrativo del relato y que cada cual extraiga su simbología.

      Si me dices que la casa cerrada representa la felicidad, su búsqueda la vida, su fracaso la inutilidad de buscar activamente la felicidad y la oportuna intervención del amigo la demostración de que al final la felicidad está donde menos te lo esperas y son los amigos los que te la acaban dando, te diría que es una simbología perfectamente válida. La escritura solo es ordenar palabras de tal o cual forma, todo lo que quieras ver detrás, es cosa de cada uno.

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