miércoles, 25 de mayo de 2011

Linealidad

//Me he retrasado. Ha partir de ahora publicaré los martes para amoldarme al cambio de publicación de mi compañero//


El tiempo pasa. Estoy viendo la televisión, absorto. De pronto, a mi lado se sienta la Muerte, me saluda amistosa. Le devuelvo el saludo con cierto reparo. Ella no parece interesada en mí, simplemente mira la televisión como cualquier otro lo haría, así que hago lo mismo. Pasado un rato, se levanta y se despide con un casi imperceptible movimiento de cabeza. Le digo adiós con la mano mientras se aleja a paso ligero.

Apago la televisión, me lavo la cara y me visto (pues iba desnudo). Respiro hondo y salto por el balcón; siento el viento golpeando fuertemente mi pecho, mi estómago, mis brazos… Mantengo los ojos cerrados, no es la primera vez que hago esto y sé que marea. Finalmente, impacto contra un toldo, que acolcha enormemente mi impacto y me desliza hacia el suelo. Caigo sin un rasguño. Me sacudo la arena que se me ha quedado adherida en mi aterrizaje y emprendo la marcha.

Me cruzo con el Ángel de la Guarda, que me echa una mirada de desaprobación. Me encojo de hombros, un poco avergonzado y sigo mi camino.

Me cruzo a la Diosa Fortuna poco después. Llama mi atención con un silbido, y cuando la miro, gesticula “me debes una”. Asiento, dándole la razón. Tras una breve despedida, reanudo mi marcha.

Por fin llego a mi destino. Abro la robusta puerta de entrada con visible esfuerzo y entro. Carraspeo para hacerme notar pero nadie acude a recibirme. Me adentro con cierto titubeo, hasta que, por fin, encuentro a la Muerte, frustrada delante de un cubo de Rubik. Me pongo a su lado y voy dándole indicaciones para llevarla por el buen camino, aunque no deja de refunfuñar porque “ya sabía hacerlo”. Al cabo de unos intensos minutos, la Muerte desiste y deja el ingenio en una amplia mesa de madera.

Por primera vez, se gira a mirarme. Su mirada me pregunta que hago aquí pero no dice nada, aguarda. Pero yo también aguardo. Finalmente, la Muerte suspira.

-¿Por qué has saltado?

-Para venir aquí.

-¿Y las escaleras?

-Las escaleras no dan aquí.

-¿Y por qué querías venir?

-Para darte las gracias.

-¿Por qué?

-Por salvarme de la caída.

La Muerte asiente.

-Era en agradecimiento por venir aquí-confiesa.

Ambos sonríen. Lentamente, la Muerte se levanta, se despereza…

-¿Cómo pretendes volver a tu casa ahora? No puedes desandar lo andado.

-¿No? Yo creo que sí.

Y así lo hice. Pues ahora mismo, estoy en mi casa viendo la televisión.

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