Entre tanto alboroto consigo sacar una palabra en claro: Ruido.
Esa perturbación que hace endeble al ser humano y que imposibilita llegar con claridad al sujeto la información requerida. Esa señal anómala que encontramos en cualquier lugar que estemos. Queramos o no, siempre será nuestro más fiel compañero de travesías, ¿hablábamos del perro? Lo siento querido pero antes de que tu tatarabuelo naciera, el ruido ya permanecía a la vera del ser humano. Estamos en el año 2111 -Quién se iba a imaginar que viviríamos tantos años después de las predicciones mayas, ¡eh! -y se podría decir que el silencio se disipó un siglo atrás. Aún recuerdo a mi abuela hablar de lo que era pero no hay memoria que pueda llegar a plasmar lo que la experiencia enseña. Aunque la definición es muy sencilla, me es imposible comprender lo que corresponde al antónimo del vocablo ruido: ningún zumbido, ningún estruendo, ningún grito, nada de música...
¡No! Hasta esbozar la eliminación de cada elemento que produce algún tipo de vibración o sonido me resulta complejo. No puedo quitar el tic-tac de mi reloj mientras marca la hora permitiéndome no llegar tarde a estudiar. No puedo desvanecer el canto del ruiseñor que se haya en mi cuarto tambaleándose y cantando para agradecer al Sol el calor que éste le otorga. Vamos, ¡qué grosería!. No puedo parar los latidos de mi corazón cuando me hallo en la cama a punto de acostarme, moriría. Por muy innecesario que parezca, todo se ha vuelto necesario.
Y es que como dijo el filósofo Marx, parece que me he alienado.
---
Foto de Álvaro, Moabdib.