domingo, 1 de abril de 2012

Cuestión de gusto

La madre bajó el fuego al mínimo, aún sin dejar de remover el guiso.

-¡A comer! Gritó, para hacerse oír.

En algún lugar por encima de su cabeza se oyeron ruidos que fueron avanzando por caminos para ella invisibles, hasta que un niño pequeño, su hijo, apareció al trote por la puerta. Se encaramó a la silla con soltura y se puso un babero blanco de borde azul.

-El nudo- pidió.

La madre se le acercó y con una maestría que solo da la práctica, le hizo un nudo simple. Esperaba un «gracias», pero no llegó. Aún así sonrió, se alegraba de que su hijo siguiera siendo pequeño, que siguiera acudiendo a ella, desamparado, cuando se había hecho daño o tenía miedo, que la necesitara para cosas como atarse el babero, que le pidiera un cuento antes de acostarse y que la viera como una especie de diosa, capaz de todo lo que se propusiera. La hacía sentir necesaria y era una sensación que la llenaba por completo.

-¿Qué hay de comer?- preguntó mientras hacía surcos en el mantel con la cuchara.

-Guiso especial- contestó mientras lo repartía en dos platos.

El niño puso una mueca de desagrado nada disimulada.

-¡Qué asco!- se quejó.

La madre lo miró, sorprendida.

-¿No te gusta mi guiso especial?- inquirió.

El niño negó enérgicamente con la cabeza mirando a su madre con ojos desafiantes. Un pequeño acto de rebeldía, que por el bien de su futura educación debía ser neutralizado.

-Pues si lo has comido muchas veces- le dijo a su hijo- y nunca has dicho nada.

La madre le puso el plato delante, pero el niño lo apartó bruscamente de delante de él. El caldo bailó peligrosamente, pero no se derramó.

-Pues me da asco- se reafirma el niño- no me lo voy a comer.

La madre se sentó frente a él, cogió su cuchara y empezó a comer de su plato, sin prisa, para evitar quemarse. Observó a su hijo con calma. Aún a pesar de lo que había dicho, no miraba la comida con asco. Es más, se notaba que tenía hambre. Así que había otra razón para que no quisiera comer. Solo se le ocurrió una.

-¿Cuál de tus amigos te ha dicho que el guiso está malo?- dijo, como afirmándolo.

El niño la miró boquiabierto, como si le hubiese sacado las palabras de la mente.

-Ninguno- refunfuñó, tras recomponerse- me da igual lo que digan mis amigos, yo hago lo que quiero.

La madre ocultó una sonrisa. Debía mostrarse segura e implacable ante su hijo, o no sería capaz de convencerle.

-No es malo tener en consideración lo que dicen tus amigos- comentó, como de pasada.

El niño seguía igual, jugando con la cuchara. En apariencia, no hacía caso. Pero ella sabía perfectamente que le prestaba toda su atención.

-Pero ellos son igual de listos que tú- siguió su madre- así que pueden estar equivocados cuando te dan consejos. Si tú les hubieses dicho que el guiso sabe bien, ¿crees que te hubieran hecho caso?

-Pues no, porque está malo- respondió el niño.

La madre frunció levemente el ceño y tomó una nueva cucharada del guiso.

-Pues a mí me gusta- comentó ella- no me parece que esté malo.

-A mí no me gusta-recalcó el hijo- me da igual que te guste a ti.

Había caído en la trampa. La madre se sintió como una cazadora a punto de atrapar a su presa.

-Entonces, ¿a algunos les gusta y a otros no?- sugirió.

El niño se lo pensó unos segundos, pero finalmente asintió.

-Así que, aunque tus amigos digan que está malo- razonó ella- solo significa que está malo para ellos, ¿no?

No hubo respuesta, el niño se removió inquieto en su silla. Ya faltaba poco.

-Y tú has dicho que te da igual lo que digan tus amigos- recordó la madre- así que por lo menos deberías probarlo, para saber si este guiso te gusta o no.

La madre empujó suavemente el plato y lo volvió a colocar frente al niño. Este lo miró indeciso, pero probó una cucharada. Luego se quedó mirando el plato, sin saber qué hacer.

-No hace falta que te guste un montón- matizó la madre- con que te lo comas, basta.

El niño llenó una cucharada más y se tomó. Victoria. La madre sonrió y siguió dando cuenta de su plato.

-Mamá- dijo de pronto el niño, con un gran tropezón de carne en la cuchara- ¿entonces el canibalismo no es malo?

6 comentarios:

  1. yo te aseguro que ese canibalismo no. No entiendo de donde las ideas.Me gusta ADELANTE.FN2

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  2. Pues te voy a explicar mi secreto (que no es tal) para sacar historias. Durante el transcurso del día, se me van ocurriendo cosas. La mayoría de ellas no sirven para historias, pero hay una minoría de ideas que me parecen originales. Así que rápidamente las apunto, para no olvidarme.

    Eso la mayoría de las veces. Las otras (una minoría) me pongo a escribir sin tener ni idea de como va a acabar ni a donde me está llevando la historia, me dejo llevar. "Nueva normativa" y "Pausa" son de este segundo grupo.

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  3. Gracias por la explicacion.Todas me gustan. ANIMO. FN2

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  4. Original, Felipe, aunque otra vez el final queda abierto (a una interpretación más evidente y otras que no lo son tanto). Ya me contarás a qué solución te refieres.

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    1. No era mi intención que el final quedara abierto. Son caníbales y lo que están comiendo es carne humana.

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  5. Se me había pasado leerlo. Y lo he devorado... nunca mejor dicho. genial como siempre.

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