domingo, 6 de mayo de 2012

Mi vida sin vivir en mí

//Siento estar tirando de inventario, estoy un poco descentrado...//

Me muero. No hacen falta adornos, ni largas explicaciones sobre qué circunstancias me han llevado a esta situación. Ha sido algo inevitable, simplemente tenía que pasar. Y ni toda la ciencia médica puede hacer algo para salvar mi débil cuerpo… O eso pensaba. Y es que, por fin, el futuro ha llegado. Ha llegado tan paulatinamente que nadie se ha percatado, y sin embargo, ya está aquí. Ha ido invadiendo todas las facetas de nuestra vida, para hacerla, en teoría, más cómoda. Y, al parecer, aún no ha acabado. Yo soy el siguiente paso. Voy a ser salvado. Un proceso experimental, que ni siquiera tiene nombre, pero que al parecer va a ser revolucionario. O por lo menos eso me han dicho. Al parecer, el proceso consiste en un “cambio de cuerpo”, aunque no tengo claro qué es lo que esto significa. Según tengo entendido, la operación entraña cierto riesgo, pero no tengo nada que perder. O eso creo. Ya llevo un par de semanas con este… “proceso”, y según me han dicho, va bastante bien. Me siento animado, aunque me hubiese gustado tener alguna compañía. No permiten visitas en este… ¿complejo? No tiene pinta de hospital. A decir verdad, ni siquiera creo que las personas que me atiendan sean médicos. Echo de menos a los míos, aunque eso también es un aliciente para permanecer aquí: Si voy a salir completamente curado, un periodo de aislamiento es un pequeño precio a pagar.
Me paso el día en mi habitación, un lugar triste y gris. No tengo televisión, ni teléfono. Lo único que hay es una enorme estantería con libros de todas clases, cada uno de los estantes posee una etiqueta que determina su contenido. A falta de otra actividad, me dedico a leer. Nunca lo había hecho detenidamente, la vida es demasiado frenética para los libros, o por lo menos eso había pensado. Leer me calma. Es una sensación que siempre había buscado, pero no sabía dónde encontrar. Y resulta que ha hecho falta llegar al borde de la muerte para encontrar la paz. El hecho de que nada dependa de mí, sino de profesionales, me libera de cualquier responsabilidad. Y llevo ya demasiado tiempo aquí como para seguir exaltado y tembloroso. Así que sólo me queda paz interior. ¿Se sentirán así los condenados a muerte cuando aún no está determinada la fecha de su ejecución? ¿O los remordimientos les consumen? Al fin y al cabo, no estoy aquí a causa de un error propio.

En uno de los estantes (el que estaba más abajo), que tiene la etiqueta “Otros”, he encontrado un diario en blanco. Por desgracia, no tengo método alguno para escribir nada, y me da cierto reparo pedirles un lápiz a mis salvadores. Al fin y al cabo, están trabajando duramente por salvarme la vida, y no quiero importunarles ni aunque sea ligeramente. Aunque me gustaría escribir una carta de despedida, por si esto no sale bien. No tanto para mis allegados como para mí mismo. Quiero plasmar mi vida en algo tangible. Trato de buscarle un significado a esto, pero hasta ahora no ha habido suerte. Simplemente es algo que creo necesario hacer.

Ha pasado una semana más. Mi estado ha empeorado bastante. Ya no soy capaz de mover mis frágiles piernas, así que estoy postrado en una silla de ruedas. No imaginé que podía ser tan duro ver la vida desde tan abajo. Pero lo es. Por suerte, todo está a punto de terminar. Estoy en una sala en la que no había estado antes. Es muy amplia, me agobia tener que estar justo en medio, con esta “cosa” que no tengo ni idea cómo definir por todas partes. Esto es lo que me tiene que salvar la vida y ni siquiera tengo claro qué rayos hace… Creo que es un conocimiento que deberíamos tener todos: cómo vivimos, y qué nos permite seguir viviendo.

-Prepárese - me dice una… ¿asistente? amablemente- Tiene que cerrar los ojos.

Así lo hago. Ya no veo nada, salvo la luz que atraviesa mis párpados, asegurándome que nadie está pasando por delante de mí. ¿O tal vez sólo es una falsa sensación de inmovilidad? No me he fijado por donde venía la luz, con un poco de astucia, se podría conseguir evitar mi ineficaz radar visual. Pero tampoco hay de qué preocuparse, colaboro porque quiero hacerlo, nadie me obliga a estar aquí sometiéndome a esta prueba…

-Puede abrir los ojos- dijo amablemente la… ¿ayudante?

Y así lo hago. Los abro lentamente, no quiero deslumbrarme. Me extraño. Todo tiene una tonalidad diferente. No puedo especificar que ha cambiado, pero simplemente, no son los colores normales. Algo le ha pasado a mis ojos. ¿Y si realmente alguien se ha acercado para hacerme algo mientras permanecía con los ojos cerrados?

-¿Cómo se encuentra?- me pregunta la… ¿celadora? con amabilidad- ¿se siente extraño?

-Sí, un poco- confieso.

-Tranquilo, se acostumbrará. Ya habíamos supuesto una sensación de desorientación cuando cambiara de cuerpo.

Permanezco callado. ¿Ya había cambiado de cuerpo? No había sentido nada… Me miro las manos, pero no veo nada raro. No en mi aspecto, por lo menos. Pero no tengo ninguno de los aparatos que me tenían que salvar la vida. Y, ahora que me fijo, la habitación es sensiblemente distinta, como vista desde otro ángulo.

-¿Qué ha pasado?- pregunto, confuso- ¿dónde están todos aquellos aparatos?

La amable… ¿cuidadora? señala hacia un lugar que queda fuera de mi campo de visión. Debo girarme para ver qué señala. Y así lo hago. Lo que veo es un pequeño bultito de carne y ropa, atrapado bajo un mar de aparatos que no puedo clasificar, pero que me son familiares.

-¿Quién es?

-Usted.

-Qué tontería, yo estoy aquí.

Pero es cierto, estoy sentado allí. Lo cual no tiene ningún sentido.

-Ese es su otro cuerpo, señor- dice la… ¿enfermera?

-No puedo creérmelo- digo- no me siento diferente en absoluto.

-En tal caso, el proceso ha sido un éxito para ambas partes.

-¿Qué?

-Su vida ya no está en peligro, enhorabuena- dice la… ¿investigadora?

Me llevo la mano al pecho, y escucho los latidos de mi corazón. No siento ninguna diferencia. Vuelvo a sentarme correctamente, y me quedo callado. ¿Ya? ¿Eso era todo? ¿Tanta espera para apenas unos segundos con los ojos cerrados? ¿Ni dolor, ni operaciones, ni sangre, ni doctores quitándose el sudor ni nada de nada? Me siento estafado.

-¿Puedo levantarme?- le pregunto a la… ¿médico?

-Por supuesto- dice- Aunque tendrá que permanecer aquí un par de días. Tenemos que asegurarnos de que todo se ha realizado de forma correcta.

Asiento con la cabeza mecánicamente y me levanto.

-¿Qué va a pasar con… mi otro yo?- pregunto.

La... ¿científica? desvía la mirada, parece sentirse culpable.

-Lo lamento, pero ese cuerpo perecerá, no podemos hacer nada al respecto.

Tardo un par de segundos en asimilarlo.

-¿Voy a morir?

-No. Usted está a salvo, puede vivir su vida sin problemas.

-Pero mi otro yo morirá, ¿no es así?

-Sí, así es.

Me rasco la cabeza. Me cuesta asimilarlo.

-¿Puedo hablar con él?

-No se lo aconsejo, aún no sabe que va a morir.

-Me han engañado, dijeron que me salvarían la vida.

-Y eso hemos hecho: Usted sobrevivirá, que es a lo que nos comprometimos.

-¡Pero también moriré!

-Le dijimos que la operación podía entrañar riesgos. Nos referíamos a esto.

-¿Y qué le van a decir ahora?

-Lo que ha pasado. Aunque, si usted quiere, podemos decirle simplemente que la operación ha fracasado. Le queda muy poco tiempo de vida, no puede volver a casa.

Medito. Al fin y al cabo, él es yo… ¿O yo soy él? Así que debo saber qué es lo que quiero. ¿Quiero que me digan que un ser igual que yo me va a sustituir o que la operación ha fracasado? La verdad, no lo sé… Necesito consejo.

Miro a…. ¿cómo se llama? ¿De qué trabaja?

-¿Cómo se llama?

-Natalia- contesta Natalia.

-¿De qué trabaja?

-Soy la responsable de este proyecto. Quería ver esto en persona, y ser la primera en informarle- contesta la responsable de este proyecto.

-¿Entonces todo esto ha sido idea suya?

-Prácticamente todo, sí.

La verdad, me siento estúpido por haberla confundido con una persona de poca importancia.

-¿Usted que haría en mi lugar? ¿Iría a hablar con él o no?

-Si yo fuera usted, no le diría nada. Déjenos hacer nuestro trabajo, le diremos lo que ha pasado. Tendrá que asumirlo.

-¿Y si pide marcharse?

-No podemos retenerle, pero tampoco estamos obligados a proporcionarle ayuda. Así que si se quiere ir, tendrá que abandonar las instalaciones por su propio pie.

-Así que básicamente está atrapado. ¿Se han esperado hasta que estuviera en un estado tan cercano a su fin para realizar el proceso para que no saliera de aquí?

-Así es.

-¿Por qué?

-¿Usted se quiere ir?

-Sí.

-Pues ahora que todo ha acabado, él también. ¿Y qué cree que pasará si ambos van, por ejemplo, a ver a su madre? Sin duda, le aceptará a él, ya que es sangre de su sangre, y usted será rechazado. Y cuando él muera, usted seguirá siendo rechazado. Para ellos, sólo será un impostor, un ser con el aspecto de su hijo. Pero todos le sabrán muerto. Así que sólo será una macabra sombra de él.

Me quedo helado. No había pensado en ello.

-Su renacimiento ha sido un trabajo muy costoso. Muchos hemos consagrado nuestras vidas para que usted haya burlado a la muerte. Si la sociedad no le acepta, nuestro trabajo habrá sido en vano.

Entiendo a qué se refiere. El que yo pueda volver o no al mundo depende enteramente de que él vuelva o no. Y la lógica impone que sea yo, que tengo toda la vida por delante, el que salga triunfante de este lugar. Por desgracia, como si de una muda de piel se tratara, mi vieja cáscara tendrá que pudrirse aquí, en soledad. No es un pensamiento agradable.

-Está bien, me mantendré al margen- digo- no quiero estropear su proyecto haciendo algo que no debo.

-Gracias- dice Natalia, sinceramente.

Me dispongo a irme, pero dudo. ¿Debo volver a mi habitación? ¿O sólo me pertenecía antes? Es muy confuso saberse en dos cuerpos, con idénticos recuerdos y sueños… Por desgracia, a partir de ahora, la sombra se despega de los pies de su dueño, y sale en busca de su propia vida.

-Se le ha asignado una nueva habitación- me comunica Natalia, en vista de mi clara desorientación.

Asiento ligeramente, y la escucho atentamente mientras me da precisas indicaciones de a dónde debo ir. Me pregunto qué es lo que hará todo el equipo que me ha salvado ahora. ¿Traerán a un nuevo paciente? ¿También se verá él atrapado entre dos cuerpos, obligado a dejarse a si mismo atrás? Posiblemente sea este el motivo por el cual Natalia no quiere que hable con mi otro yo. Tarde o temprano, algún condenado acabará haciendo algo que no debe, al ver como su sombra se despide de él, y promete llevar su vida con diligencia. Me pregunto cómo reaccionaré yo. Pero debo desechar ese pensamiento. Les debo mucho a mis salvadores, y no quisiera que, por un simple capricho, se arruine todo. Y tampoco creo disponer de suficiente valor para enfrentar mi mirada, a pesar de haberlo hecho miles de veces en reflejos.

Mi habitación es una copia de la anterior. La habitación que ves tras el espejo no deja de ser la tuya propia… ¿no? O tal vez no haya que darla tantas vueltas, y simplemente son todas idénticas. Siento cierta decepción al ver que los libros no son los mismos, a pesar de que las categorías si están en la misma posición. La categoría “Otros” no contiene ningún diario en blanco. Y el libro que estaba leyendo antes de la operación no aparece en ninguna parte, a pesar de que busco en todas y cada una de las categorías, a sabiendas de que no lo voy a encontrar. De todos modos, aunque lo hubiera encontrado, no creo que hubiera sido capaz de leerlo. Ya no hay paz en mi cabeza. Se me presenta una vida por delante, y de nuevo, su enorme fuerza me empuja al movimiento, al futuro, a la tensión, a la responsabilidad y la preocupación. Durante un instante siento nostalgia. Nostalgia de mi vieja habitación, idéntica a esta excepto en lo más importante. Nostalgia por mi viejo cuerpo, idéntico a este excepto en lo importante. Nostalgia por mi vida de condenado, diferente en todo, incluso en lo importante. Y es que la suya lleva una etiqueta, igual que las estanterías, que pone “FIN”. ¿Pero qué pone en la mía? ¿”¿INICIO”? ¿”CONTINUACIÓN”? No puedo verlo. La complejidad del mundo ya me está saturando, y sigo en este complejo, donde aún nada depende de mí. ¿Qué debo hacer para volver a sentir la paz? Sólo una persona lo sabe. Él.

Ya ha pasado un día. No he pasado mala noche, contra todo pronóstico. Cuando entran a traerme la comida, solicito ver a Natalia. Tengo algo que pedirle. En un par de minutos, se presenta en mi habitación. Parece preocupada por lo que le pueda decir. Me mira, y veo en sus ojos una leve súplica. “No me lo pidas”.

Y sin embargo lo hago.

-¿Puedo hablar con él?

Natalia entrecierra los ojos y los desvía, buscando una salida que ya sabe que no existe.

-¿Qué le ha hecho cambiar de opinión?- pregunta, posponiendo vanamente su respuesta.

No encuentro una respuesta apropiada. Tal vez no la haya.

-Quiero despedirme- miento.

Natalia suspira. Sabe que no puede hacer nada salvo prohibírmelo. Y no va a hacerlo.

-De acuerdo.

-Necesito algo para escribir.

Natalia saca de un bolsillo un bolígrafo y me lo tiende. No hace preguntas. Lo cojo, y nuestras manos se rozan. Hacía mucho que no sentía el contacto humano. A decir verdad, nunca había sentido el contacto humano.

-¿Dónde está su habitación?- pregunto.

-Es la contigua- me informa.

Aquello sí que no me lo esperaba. Es como una broma del destino. Separados sólo por una pequeña barrera, y de no haber sido por mi intervención, esos centímetros habrían sido suficientes para evitar nuestro inevitable enfrentamiento. Le agradezco la ayuda a Natalia, y salgo de la habitación. No me giro a ver si ella me sigue, pero no escucho sus pasos tras de mí. No cierro la puerta. Salgo al corredor. A ambos lados hay puertas. Llamo a una, pero no hay respuesta. Abro, pero no hay nadie. Salgo. Mi habitación está cerrada, y ya no hay rastro de Natalia. Cierro. Esta vez no habrá ningún error. Tras la puerta número dos está… estoy.

Llamo débilmente a la puerta.

-Adelante- se oye.

Sin duda es mi voz, me he escuchado anteriormente en grabaciones. Me entra el pánico. Retrocedo un paso. ¿Le habrán informado de mi existencia? ¿Y de mi visita? Siento cierto rencor hacia Natalia por no habérmelo dicho.

La puerta se abre desde dentro. Y ahí estoy yo. No me doy cuenta inmediatamente, pero estoy en silla de ruedas, y una palidez malsana se concentra en mi rostro. Mis ojos han perdido gran parte de su brillo. Ojos sin esperanza. Ojos muertos.

Me mira. No estoy preparado para esto. No se parece nada a mirarse en un espejo. Es como mirar hacia el futuro. Es como mirar a la muerte.

-Hola- me saluda.

-Hola- digo con un hilo de voz.

No parece en absoluto nervioso ni sorprendido por mi presencia. No percibo ira, miedo, rencor… ¿Pues qué es lo que emana de él?

-Pensaba que no ibas a venir- comenta- ¿vas a entrar?

Es paz. No es muerte, es paz. O tal vez sean lo mismo, tal vez ahora que ha llegado al punto sin retorno, ha alcanzado un nuevo nivel. Un nivel que yo no puedo llegar a ver. Cada segundo que existimos él y yo por separados, nos va separando un abismo un poco más grande.

Entro en la habitación, y me siento en la cama. Estaba leyendo. Pero no el libro que yo leía, sino uno nuevo.

-¿Te has acabado el otro libro?- le pregunto.

Asiente, se acerca a la estantería y me lo tiende. Lo acepto con una inclinación de cabeza. ¿Debo darle las gracias? No lo hago. Se me queda mirando. Su mirada me incomoda, pero no desvío la mía. Espero un “¿Qué quieres?”, pero nunca llega. Simplemente me mira, sin prisa.

-Quisiera preguntarte algo- digo.

-Adelante.

-¿Me odias?

Frunce el ceño, visiblemente sorprendido.

-¿Por qué habría de odiarte?

-Bueno, tú vas a morir, y yo no.

Se encoge de hombros. Aquello me irrita. ¿No se siente desgraciado? ¡Él ha perdido!

-¿No sientes rabia? Viniste aquí buscando la vida, y no sólo no te la han dado, sino que se la han dado a otro en tu lugar

Niega con la cabeza. Me mira con… ¿¡lástima!?

-Es increíble que en un solo día hayamos cambiado tanto- comenta.

-¿A qué te refieres?

-Tú no eres otro. Eres yo. Nadie va a sustituirme. Vine buscando la vida, y la he conseguido. No eres mi sucesor. No vas a retomar mi labor donde yo la dejé. Vas a continuar con la tuya.

No tenía sentido. Aquél no era yo.

-¿Cómo es posible?-le digo- Puede que tú y yo hayamos compartido una vida, pero no somos uno. No puedo creer que te tomes tan bien tu propia extinción, a pesar de que para el resto del mundo nada habrá pasado porque yo sigo aquí.

-Ya me desquité con la doctora-confiesa.

-¿Natalia?

-Supongo. Me dijo que no durmiera. Que pensara. Y eso he hecho.

-¿Y a que conclusión has llegado?- le pregunto

-¿Qué es lo que pierdo muriendo? Por el resto de personas no he de preocuparme, estaré allí para todas. Sé que tú te encargarás bien de eso, al fin y al cabo, eres yo. No hay nadie mejor en quien delegar que en uno mismo. Por tanto, sólo he de preocuparme por mí. ¿Y sabes qué? Me gusta esto. Esta paz. Leer. Que mi mundo se reduzca a cuatro paredes grises. Esto es simplicidad. Y es lo que llevaba buscando toda mi vida.

Y yo también. Sólo que no lo sabía. No podía definirlo con una palabra. Y sin embargo, ya está resuelto. Simplicidad es lo que busco. Y para encontrarla, ha hecho falta desentenderme del mundo. ¿Qué puedo decir? Él ha encontrado lo que buscaba.

-Creo que es momento de que te vayas- me dice.

Me levanto, y siento una leve presión en mi pierna. Es el bolígrafo de Natalia. Lo saco de mi bolsillo y se lo tiendo. Igual que había hecho yo con el libro, lo acepta con una inclinación de cabeza.

-Justo lo que necesitaba.

Se acerca a la estantería, y coge el diario en blanco. Lo abre por la primera página, y escribe rápidamente algo que no logro ver. Luego lo cierra y me da el diario. El bolígrafo se lo guarda.

-Hasta siempre- le digo.

Él niega con la cabeza, y se vuelve a enfrascar en su libro. Cierro la puerta cuidadosamente, y vuelvo a la habitación.

No quiero abrir el diario. Sé que lo que ha escrito es para mí, pero no quiero leerlo. Me da miedo. Esta vez, no paso una buena noche. Cuando se haga de día, seré libre. Podré volver a mi vida. Nadie sabrá nada. Hace un mes entré acompañado de la muerte, y salgo sin ella.

Un mes extraño.

Pero ha acabado.

Ahora tengo que volver a mi vida. Una vida como cualquier otra, sin rumbo, sin objetivo. ¿Entonces por qué merece la pena salir de la habitación? ¿Por qué no recluirse en la simplicidad? ¿Por qué no hemos de rendirnos frente a la adversidad, que es tan cómodo? ¿Qué es lo que nos hace seguir adelante?

La respuesta me la había dado yo mismo. Estaba escrita dentro de un diario en blanco, esperando a ser llenado con los recuerdos de una vida. Y aunque yo la había escrito, no eran mis palabras:

“Aunque no te lo creas, la vida sólo puede vivirse una vez”.

Pero lo creo. Sólo puedo vivir mi vida una vez. Aunque la viva sin vivir en mí.

1 comentario: